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Cosas mal hechas entre todos. Según este refrán, individuos   que “la crisis es un pecado del que todos hemos sido cóm-

 e instituciones, quien más y quien menos, habrían consumi-  plices” (Chavarri).

 do aquello que no tenían, hecho lo que no debían, y espera-  Tras el consejo de ministros del 13 de julio, la subida de

 do lo que sabían no merecer. Ya era hora, por tanto, de que   impuestos posterior alimentó nuevas hornadas de tópicos.

 fuesen castigados por ello. Uno se fue de vacaciones al Ca-  En los telediarios se volvieron a escuchar cosas como “de la

 ribe, otro se compró un piso que no podía pagar pensando   crisis saldremos trabajando”, “solo saldremos de la crisis si

 en revenderlo, el otro pidió dinero “para comprar un cha-  pensamos en positivo” o “hay que apretarse el cinturón y


 let en Marbella y un Ferrari”, y aquel manejaba tres tarjetas   hacer los deberes”. Copio aquí una formulación afortunada

 de crédito… todos, todos culpables de soberbia, de codicia,   de la misma construcción sobre la culpa colectiva: “la deu-

 de avaricia y de egoísmo. Como la humedad, este discurso   da es de todos y tenemos que pagarla entre todos”, decía

 de la culpa colectiva va calando, ofreciendo una economía   una mujer de apenas cuarenta años en una peluquería cén-

 moral de clara matriz católica: todos culpables, en mayor o   trica de Madrid (Telediario). Resulta obvio que esas muleti-

 menor medida quizá, pero ello resulta secundario, porque   llas, que calan como la humedad y crecen como los hongos,

 lo que nos iguala moralmente es la compartida condición   enmascaran la desigualdad estructural en la distribución de


 de pecadores. La salida de la crisis pasará, entonces, por el   la deuda y el impacto de la política de recortes del gobier-

 arrepentimiento, la aceptación de la penitencia que unila-  no. En octubre de 2011, el 60% de la deuda total del país,

 teralmente nos impongan, pero que nos permita recibir, un   y más de dos tercios de la deuda privada, correspondía a las

 día, el perdón. En esta economía moral al gobierno le co-  empresas (fundamentalmente a las inmobiliarias, a las gran-

 rrespondería el papel de Santa Madre Iglesia Católica, y a   des empresas del IBEX35 y a las entidades bancarias) (Ale-

 los mercados financieros, la Unión Europea y el FMI, el pa-  gría). Meses después las llamadas a “pagar entre todos” no

 pel de Santísima Trinidad. Podría parecer que estoy forzan-

 do el argumento, pero afortunadamente el obispo de San

 Sebastián se encargó de subrayar las coincidencias entre las   mientos de una economía irreal, ficticia e insostenible. Los sueldos con los
         que fueron blindados los consejos de administración han sido inmorales,
 matrices de pensamiento de ambos lenguajes (catolicismo y   y siguen siéndolo [...] Y los ciudadanos han comprado lo que no necesita-

 crisis),  afirmando en su homilía del 1 de agosto de 2012   ban con un dinero que no tenían. [...] Tenemos que reconocer que hasta
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         en los niveles más populares se le había otorgado carta de ciudadanía al
         fraude fiscal y sisar a Hacienda parecía estar fuera del campo moral”. En
 15  Cito la homilía: “El colocar el tener por encima del ser ha sido el moti-  este vendaval de corrupción (del que, en apariencia, sólo la Santa Madre

 vo último por el que ahora nuestra sociedad se encuentra al borde de la   Iglesia Católica Apostólica y Romana habría escapado), no cabe diferen-

 quiebra. [...] Las Administraciones han gastado el dinero que no tenían,   ciar niveles, sólo reconocer la compartida culpa. Las cursivas son mías y
 endeudando a las instituciones públicas y comprometiendo el futuro de las   apuntan a la reescritura de la crisis en clave de economía moral católica,
 generaciones venideras [...] Los bancos, cajas de ahorros e instituciones   que manifiesta el sentido último de un análisis que superficialmente se

 financieras sustentaron sus escandalosos beneficios anuales sobre unos ci-  quiere presentar como una lectura indignada y cívica de la crisis.





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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  1 , 2013
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