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do en la fase de clasificación. Recuerdo la decepción popu-

         lar en los bares madrileños, porque no se trataba de ganar,

         sino de jugar bien, y esa plusvalía estética era lo único que

         podría levantar de nuevo el espejismo quijotista de la com-

         pensación moral simbólica de lo material político. “Somos

         los únicos que no nos hemos abrazado al pasar a cuartos de

         final,” se quejó el entrenador español amargamente. Con-


         vocando el sempiterno fantasma de la desunión nacional

         (Delgado 2010), Del Bosque protestaba ante las críticas re-

         cibidas por el juego conservador de España, tacaño, auste-

         ro, tanto como las propias medidas económicas del gobier-

         no. Y luego, restregando el pasado mediocre de la selección

         de fútbol, recalcó: “Hemos pasado de pobres a ricos rápido

         y no valoramos lo que tenemos” (Público).








 Fig. 5. Plaza tomada. Anuncio, Puerta del Sol. Madrid, 28 jun. 2012.

 Fotografía del autor.




 hoy constitucional, aquella que, junto con el rojo y el ama-

 rillo, formaba la bandera tricolor de la Segunda República,


 en estos tiempos el símbolo popular de una democracia por

 venir, alguien pintó un graffiti morado en una tapia que de-

 cía No a “La Roja” [fig. 6].




 3. La culpa mesocrática: la selección española y la eco-  Fig. 6. Selección de color. Graffiti Plaza de Olavide, Madrid, 28 jun.

 nomía moral de la crisis.  2012. Fotografía del autor.





 No se tardó en comprobar que la selección de fútbol no era   Era una lección de economía moral para las masas. Frente

 ajena a la temporalidad de la crisis. Tras ciertas dudas ini-  a la seguridad patriótica de aquel que cree merecerlo todo,

 ciales, lo confirmó un horrible partido contra Croacia juga-  Del Bosque refrescaba la memoria de la escasez, del subde-






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