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y, desde el entendimiento de que es cuestión que frecuen-
tamos la mayoría sino la totalidad de los que participamos
en este proyecto, lo más prudente me parece el acatar sobre
el tema la definición que propicia el siempre ejemplar Dic-
cionario de uso del español de María Moliner: “La novela
es obra literaria en prosa en que se narran sucesos imagina-
rios pero verosímiles, enlazados en una acción única que se
desarrolla desde el principio al fin de la obra”. Entiendo que
esta caracterización, sin entrar en profundidades, puede dar
lugar a un consenso general que nos permita avanzar hacia
el núcleo interrogativo del ensayo, aunque no sin antes vol-
ver a recurrir al Moliner en procura de dar solución al bul-
to de cuestiones que el último concepto en cuestión: reco-
mendar, trae consigo. “Recomendar: Aconsejar o indicar a
alguien para bien suyo que haga o deje de hacer cierta cosa”.
Una definición que nos vuelve a introducir en un campo de
significaciones imposible de abordar en toda su extensión;
si bien aquí la cuestión más pertinente no sería por tanto el
alcance del acto de recomendar y sus relaciones, por ejem-
plo, con el legislar o imponer, sino el aclarar el a quién o a
quiénes recomendar, en las circunstancias que se han veni-
do desgranando, la lectura de una novela concreta, pues es
evidente que el destinatario o destinatarios de la recomen-
dación van a determinar el sentido y contenido de la res-
puesta. Para poder orientarse sobre los perfiles aproximados
de estos destinatarios cabe tomar de nuevo como licencia el
papel de “lugar de encuentro” que supone la publicación de
ALCES al que este ensayo se destina para asumirnos a noso-
tros mismos como referencia en tanto intelectuales integra-
dos en el campo cultural y educativo especialmente intere-
sados en fomentar una conciencia ciudadana crítica.
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Revist a de alces XXI
Todavía antes de dilucidar qué novela sería la que en esas
circunstancias analizadas aconsejaríamos leer, me parece ne-
cesario detenernos brevemente en otra cuestión previa re-
lacionada con el tema del recomendar porque, en nuestra
condición de agentes activos culturales, nosotros —y me
refiero ahora a ese nosotros ya delimitado anteriormente—
actuamos de manera directa o indirecta como prescriptores
y precisamente por eso parece imprescindible el preguntar-
nos sobre el cómo llegan a nosotros y cómo llegamos noso-
tros a las novelas que leemos y de las que hablamos o escri-
bimos. Nosotros en nuestros artículos y en nuestras clases
o tareas actuamos como recomendadores, pero deberíamos
preguntarnos acerca del cómo y el por qué accedemos y se-
leccionamos nuestras lecturas. Creo que reflexionar sobre el
origen y naturaleza de todo ese sistema de influencias, silen-
cios, imposiciones, gustos o tendencias que regula formal e
informalmente la circulación en el interior del campo lite-
rario, —y muy especialmente dentro del subcampo acadé-
mico o de la crítica—, merecería ser investigado y debatido
y ojalá haya ocasión futura para poder llevar a cabo esta la-
bor. Valga de momento con señalar que el proceso de llega-
da hasta una novela previo a su lectura es un elemento que,
quiérase o no, forma parte de ese mismo proceso de lectura.
III.
Panfleto para seguir viviendo. Ese es el título de la novela que
recomendaría poniéndome en la plausible condición plural
de aquellos que de verdad quieren que se haga la revolución.
Título: Panfleto para seguir viviendo. Autor: Fernando Díaz.
Ediciones B. Bruguera Narrativa. Barcelona 2007. Una no-
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Número 1 , 2013