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cial sin revuelta cultural (53). Lo que se quiere decir con de fuera, de los extraños, sea a través de la radio, de la tele-
ello no deja de ser complicado y, debido a la diversidad de visión o de los mecanismos institucionales de intervención
sentidos que se congregan alrededor de la palabra ‘cultu- pública estatal (Sevilla, Madrid), se valoran como “esa otra
ra,’ ambiguo, pero enfatizaré lo que me parece primordial. cultura que nos aplasta y nos impone su ideología” (54).
Por un lado, hay que comentar la distinción implícita en- La segunda dimensión —la cultura como forma de vida—
tre la cultura entendida como formas e ideas que se adquie- admite una doble consideración, pues puede invocarse
ren mediatamente y la cultura en cuanto expresión de un como expresión de hábitos y comportamientos tradiciona-
modo de vida dado. La primera dimensión considera la cul- les o como resultado de una transformación deliberada de
tura como algo que las personas adquieren en términos de las prácticas de la cotidianeidad. Lo que Sánchez Gordillo
educación, conocimientos y familiaridad con el arte y la li- quiere subscribir con el primer énfasis es la contraposición
teratura. Se trata de un tipo de relación social que suele es- entre la cultura “propia” que “nace” de las “raíces,” “senti-
tar mediado por diversos agentes sociales y que descansa res” e “intereses éticos, políticos y económicos” del pueblo
en la circulación de signos y representaciones. El proble- y esa otra cultura —la “mentalidad burguesa”— que viene
ma que se plantea a este nivel es en qué momento la ad- de fuera (54). El segundo énfasis es, por su parte, aquello
quisición de cultura deja de cumplir una función positiva en que consiste la revuelta cultural en sentido estricto. De
—facilitar el crecimiento intelectual y el desarrollo de la ca- ahí que la revuelta cultural sea, al mismo tiempo, lucha por
pacidad crítica del receptor— y se convierte en una mera la mente y las prácticas de las personas y resistencia contra
culturización o colonización cultural (55). Pues bien, todo la “invasión y deformación” que promueve la “cultura bur-
parece indicar que la demarcación deriva primordialmente guesa” (55).
del medio de transmisión utilizado y, secundariamente, del
agente emisor —aunque parece inevitable conectar medio
de comunicación y agente emisor en forma estrecha—. Así abstractas —resultantes de la agregación de relaciones sociales dilatadas
en el tiempo y el espacio— que sólo pueden ser percibidas mediante re-
pues, la cultura adquirida a través del contacto personal o creaciones mentales apoyadas en representaciones compartidas por una
en el entorno inmediato, sea en escuelas, cines, teatros, salas gran cantidad de personas (Benedict Anderson 6). Por descontado, la
de conferencias u otros espacios públicos no virtuales, que- terminología utilizada nos juega una mala pasada, pues las comunidades
imaginadas también existen realmente, aunque, asunto esencial, se pue-
da connotada positivamente dado que, apunto, son canales dan imaginar de múltiples maneras. Este fenómeno está implícitamente
constituyentes de una comunidad real y, en principio, faci- recogido en la noción de ideología como falsa conciencia e incorporado
litadores de un intercambio directo entre los participantes explícitamente en discusiones más recientes como la que encontramos
en Pierre Bourdieu cuando insiste en la necesidad de realizar una doble
en la comunicación, mientras que los mensajes que vienen lectura de la realidad social, a saber, tanto de las estructuras objetivas (re-
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laciones de poder) cuanto de las recreaciones o representaciones menta-
les (relaciones de significación) de las personas (Bourdieu y Wacquant
6 Lo que subyace aquí es la distinción entre comunidades reales o efec-
tivas sustentadas en el contacto personal y comunidades imaginadas o 7-9).
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013