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“Estado” (16), y no, pongamos, el resultado de un esfuerzo las izquierdas se desactivaron culturalmente creo que quie-
coordinado y descentralizado de poderosos agentes públi- re decir que se desactivaron políticamente. La alegación tie-
cos y privados. ne sentido si admitimos que la actividad política es una va-
Un segundo aspecto que encuentro problemático en la riante de la actividad cultural. Pero el asunto se complica si
discusión de Martínez es su caracterización de la Transición entendemos intervenir culturalmente a la manera de Martí-
como un proceso en el que la aportación de las “izquier- nez, ya que se termina defendiendo una visión especialmen-
das” consistió en la “cesión del único material que poseían: te estrecha de la política: actos comunicativos de agentes
la cultura.” El comentario apunta a la idea de que la cultu- públicos acreditados —artistas, intelectuales, periodistas,
ra era una actividad monopolizada por la izquierda duran- políticos, etc.—. En resumidas cuentas, Martínez propone
te la dictadura, afirmación bastante arriesgada aun sin salir proyectar el modelo de intervención política prevaleciente
del concepto de cultura que el propio autor ofrece. Por lo en el capitalismo occidental sobre un periodo de la histo-
demás, en el caso concreto que se discute, la segunda res- ria española, los años de la Transición, en el que aún no se
tauración borbónica, lo que nuestro autor entiende por tal han consolidado las instituciones que en ese tipo de socie-
enajenación es básicamente una renuncia de la cultura a in- dad son inseparables de tal concepción de la política. Dis-
tervenir públicamente. De esta manera, cuando se firman cutiremos con mayor detalle las limitaciones de esta ma-
los Pactos de la Moncloa la cultura responde, subraya Mar- nera de entender la política. De momento será suficiente
tínez, autosilenciándose, es decir, abdicando de lo que su- con señalar que, desde mi entendimiento del asunto, lo que
puestamente tendría que haber sido su preocupación prio- es significativo cuando hablamos de las gentes de izquier-
ritaria, la de criticarlos (14-15). Aunque a mí también me da durante los años setenta del pasado siglo es su alto gra-
preocupa la dimensión crítica de la cultura y este trabajo do de politización, o, por decirlo mejor, la centralidad de la
quiere ser expresión de esta inquietud, la propuesta no me
parece una buena descripción de lo que realmente ocurrió caso de La poética. Aspecto importante en esta tradición es una visión
durante la Transición. Para empezar, si entendemos por cul- del lenguaje en clave forense, o sea, como una actividad comunicativa de
tura los mensajes que circulan en los media, mi impresión naturaleza pública que tiene por objetivo más que convencer —apela-
es que su cometido es justamente el opuesto; es decir, se tra- ción al raciocinio—, el persuadir —apelación a las pasiones, sentimien-
tos y emociones—. De esta manera, amplío al ámbito de la comunica-
ta más bien de una difusión de significado que, en general, ción mediática en su conjunto el marco que Franco Moretti traza para el
promueve la adaptación de las personas a unas condiciones caso más específico de la literatura: “[T]he substantial function of liter-
de vida dadas. Por añadidura, cuando Martínez afirma que ature is to secure consent. To make individuals feel ‘at ease’ in the world
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they happen to live in, to reconcile them in a pleasant and imperceptible
way to its prevailing cultural norms” (“La función esencial de la litera-
8 Estoy enfatizando, simplemente, la dimensión retórica de la cultura, y, tura es procurar el consenso. Conseguir que las personas se sientan ‘có-
al hacerlo así, de incorporar a la discusión toda una tradición intelectual modas’ en el mundo en que viven, reconciliarlas de manera agradable e
cuyo origen se suele asociar con la Retórica y otros textos de Aristóteles, imperceptible con las normas culturales prevalecientes”; 2).
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013