Page 371 - Revista0
P. 371

deseos violentos más íntimos. La anulación de la empatía es   el padre patea a la otra hija para que no se le ocurra revelar

 conocida y utilizada precisamente para manipular al públi-  lo que todos saben, y la esposa llora y gime y grita, situación

 co y llevarle a reírse de los horrores cometidos sobre otros.   que se habría vuelto tremendista y desencajada en otro es-

 ¿Cuántos judíos caben en un Seat seiscientos? Cinco en los   critor, aquí queda narrada con una distancia sarcástica que

 asientos y diez en el cenicero. Convertir el Holocausto en un   despoja de cualquier dignidad incluso a la madre destrozada.

 chiste banal, es una forma de quitarle importancia, de apro-

 vechar nuestro gusto por la sorpresa ingeniosa para desen-  Cuando la madre comenzó a gritar, todas a una gritaron tam-


 sibilizarnos, fomentar nuestra indiferencia, de forma que la   bién las plañideras. Como si desde siempre estuvieran prepa-

 masacre se vuelve lejana, insignificante; una vez que te has   radas a las muertes prematuras, las plañideras vestían ya pre-

 reído de ella te cuesta volver a darle su dimensión inicial. Los   viamente ropajes negros al irrumpir en el máximo número

 chistes machistas y homófobos también acuden a ese tipo   posible (que no era mucho) en la cámara mortuoria.
                —¡Desgraciado! —gritó una ante el cirujano como si fuera
 de humor que elimina la empatía, y que quizá conecta con   a escupirle, alzando las dos manos crispadas que, cuando ya

 nuestros secretos prejuicios, o, sencillamente se aprovechan   iban a alcanzarle, se volvieron contra el propio rostro golpeán-

 del efecto catártico que produce romper un tabú. Esa sería la   dolo con fuerza—. ¿Qué has hecho de mi florecita?


 función del chiste para Freud: liberarnos de la opresión del   —¡Mirarla! ¡Como un ángel! —se extasió una mujer de bra-

 tabú mediante la carcajada. (La liberación total, el rechazo a   zos remangados que, quizá por haber tomado parte antes en

 toda norma o imposición social, supondría la locura; por eso   las manipulaciones del mago, creyera haber colaborado en la

 en la novela romántica, en la que hay más represión que rea-  obra de arte.

 lización del deseo, el que transgrede lo más sagrado se vuelve   Efectivamente, habiendo perdido la excesiva turgencia de su

 loco y estalla en carcajadas incomprensibles).  edad pudenda y de sus comidas bastas, estaba la pobre embe-

 Pero el humor cruel, al crear esa distancia entre la esce-  llecida.

 na dolorosa y el espectador, al insuflarnos la impavidez ante   —Como si durmiera, se ha quedado...
                Tales comentarios iban escandidos por el ritornello incesante
 aquello que normalmente exigiría compasión, también pue-  de: “Hija”, “Hija”, “Hija”, Hija”, que escapaba como un hipo de


 de utilizarse para llevar a que nuestros hábitos automáticos   la boca abierta de la madre que, tras haber arañado al Muecas

 se tambaleen, como hace Luis Martín-Santos en Tiempo de   y dicho al médico lo que había que decir, se abandonaba a la

 silencio; en una escena de esta novela, el protagonista llega a   necesaria desesperación. (132)

 una chabola en la que se ha realizado un aborto chapucero a

 una pobre chica para que no sepa que su padre, el Muecas,   Lo que hace este pasaje es privarnos de la posibilidad de

 lo habría sido también del niño; la sangre se mezcla con lá-  entregarnos a la compasión pasiva, a esa que podemos ejer-

 grimas en este pasaje propio del cine neorrealista si no fuera   cer sin necesidad de salir de casa; cuando leemos, acostum-


 por el humor, porque aunque la chica muere desangrada, y   bramos a ponernos del lado del débil, de la víctima —cosa






 370                                                                                                          371
 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  0 , 2012
   366   367   368   369   370   371   372   373   374   375   376