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deseos violentos más íntimos. La anulación de la empatía es                                                             el padre patea a la otra hija para que no se le ocurra revelar

         conocida y utilizada precisamente para manipular al públi-                                                              lo que todos saben, y la esposa llora y gime y grita, situación

         co y llevarle a reírse de los horrores cometidos sobre otros.                                                           que se habría vuelto tremendista y desencajada en otro es-

         ¿Cuántos judíos caben en un Seat seiscientos? Cinco en los                                                              critor, aquí queda narrada con una distancia sarcástica que

         asientos y diez en el cenicero. Convertir el Holocausto en un                                                           despoja de cualquier dignidad incluso a la madre destrozada.

         chiste banal, es una forma de quitarle importancia, de apro-

         vechar nuestro gusto por la sorpresa ingeniosa para desen-                                                                     Cuando la madre comenzó a gritar, todas a una gritaron tam-


         sibilizarnos, fomentar nuestra indiferencia, de forma que la                                                                   bién las plañideras. Como si desde siempre estuvieran prepa-

         masacre se vuelve lejana, insignificante; una vez que te has                                                                   radas a las muertes prematuras, las plañideras vestían ya pre-

         reído de ella te cuesta volver a darle su dimensión inicial. Los                                                               viamente ropajes negros al irrumpir en el máximo número

         chistes machistas y homófobos también acuden a ese tipo                                                                        posible (que no era mucho) en la cámara mortuoria.
                                                                                                                                        —¡Desgraciado! —gritó una ante el cirujano como si fuera
         de humor que elimina la empatía, y que quizá conecta con                                                                       a escupirle, alzando las dos manos crispadas que, cuando ya

         nuestros secretos prejuicios, o, sencillamente se aprovechan                                                                   iban a alcanzarle, se volvieron contra el propio rostro golpeán-

         del efecto catártico que produce romper un tabú. Esa sería la                                                                  dolo con fuerza—. ¿Qué has hecho de mi florecita?


         función del chiste para Freud: liberarnos de la opresión del                                                                   —¡Mirarla! ¡Como un ángel! —se extasió una mujer de bra-

         tabú mediante la carcajada. (La liberación total, el rechazo a                                                                 zos remangados que, quizá por haber tomado parte antes en

         toda norma o imposición social, supondría la locura; por eso                                                                   las manipulaciones del mago, creyera haber colaborado en la

         en la novela romántica, en la que hay más represión que rea-                                                                   obra de arte.

         lización del deseo, el que transgrede lo más sagrado se vuelve                                                                 Efectivamente, habiendo perdido la excesiva turgencia de su

         loco y estalla en carcajadas incomprensibles).                                                                                 edad pudenda y de sus comidas bastas, estaba la pobre embe-

                Pero el humor cruel, al crear esa distancia entre la esce-                                                              llecida.

         na dolorosa y el espectador, al insuflarnos la impavidez ante                                                                  —Como si durmiera, se ha quedado...
                                                                                                                                        Tales comentarios iban escandidos por el ritornello incesante
         aquello que normalmente exigiría compasión, también pue-                                                                       de: “Hija”, “Hija”, “Hija”, Hija”, que escapaba como un hipo de


         de utilizarse para llevar a que nuestros hábitos automáticos                                                                   la boca abierta de la madre que, tras haber arañado al Muecas

         se tambaleen, como hace Luis Martín-Santos en Tiempo de                                                                        y dicho al médico lo que había que decir, se abandonaba a la

         silencio; en una escena de esta novela, el protagonista llega a                                                                necesaria desesperación. (132)

         una chabola en la que se ha realizado un aborto chapucero a

         una pobre chica para que no sepa que su padre, el Muecas,                                                                      Lo que hace este pasaje es privarnos de la posibilidad de

         lo habría sido también del niño; la sangre se mezcla con lá-                                                            entregarnos a la compasión pasiva, a esa que podemos ejer-

         grimas en este pasaje propio del cine neorrealista si no fuera                                                          cer sin necesidad de salir de casa; cuando leemos, acostum-


         por el humor, porque aunque la chica muere desangrada, y                                                                bramos a ponernos del lado del débil, de la víctima —cosa






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