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cora la mesa para la cena del poder que lo mantiene rehén”.

 Después de aquella carta publicó un artículo en donde de­

 sarrollaba sus argumentos para el rechazo, y de ese artículo

 procede la cita con la que he titulado esta intervención: “El

 arte habla”, decía, “de lo que deseamos oír y de lo que teme­

 mos encontrar”. Lo que he querido contarles con la historia

 de El puente sobre el río Kwai es la necesidad imperiosa de


 evitar que nos obliguen a separar ambas cosas. Habitamos

 un mundo lleno de historias falsas, en ellas se nos dice lo

 que deseamos oír aun a costa de debilitarnos, o precisamen­

 te para debilitarnos. Habitamos también un mundo donde

 lo que se espera de nosotros no es que silbemos al sabotear

 el puente, sino que o bien silbemos, o bien saboteemos el

 puente. Lo que tememos encontrar, el conflicto, el enfren­

 tamiento, la denuncia, se reviste así de ruina y caos. ¿Y para

 qué intentar nada si eso que tememos es la historia de las re­


 voluciones abatidas, una confusión de escombros? Sin em­

 bargo, el arte sólo existe cuando comprendemos que lo que

 deseamos oír vive dentro de lo que tememos encontrar, que

 la canción se silba en el conflicto, que la literatura no es un

 puente ni un objeto que pueda separarse de la experiencia de

 quienes lo usan, y por qué lo hacen y a dónde se dirigen.



































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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  0 , 2012
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