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quiriendo, pero que, a despecho de ello, sigue siendo siem­  ni su ventaja y sí sus múltiples rémoras; un mundo donde

 pre endeble e inconcluso; es algo también que se “demanda”,   tienda a no haber alma que valga, sino sólo identidades que

 si es que se tiene esa aspiración y necesidad (66).   coticen. La novela norteamericana de Philip Roth o Fran­

 Tal vez haya caído en picado en nuestros días esa “de­  zen puede considerarse, por su concepción y en su mayor

 manda” de alma y esté por los suelos nuestra necesidad de   parte, y a diferencia por ejemplo de Vida y destino, de Vasi­

 contienda interior, nuestra aspiración o precaución por   li Grossman, una novela de identidades; excelente, pero de

 preguntar. Sólo a veces, tras la experiencia del dolor, cuan­  identidades, del sarcasmo, el esnobismo, la inteligente irri­


 do “uno sale otro hombre”, tal vez no mejor pero sí más pro­  sión y el violento desapego y desangelamiento de un mundo

 fundo, según sostiene el filósofo, nos es dada una “volun­  de identidades sin alma. Aquella tríada del “alma, ojos, ma­

 tad de preguntar” “más profundamente, más rigurosa, dura,   nos”, con cuyos sutiles acuerdos singulares se fraguaban las

 maliciosa y sosegadamente”. En ella radica paradójicamente   obras de arte según Paul Valéry, como se hizo buen eco Ben­

 la “confianza en la vida”, en “la vida misma hecha problema”   jamin (Obras: 2, 67), estaría siendo reemplazada hoy en día

 (57) y en el amor a lo que nos hace dudar, a lo que mueve a   por una especie de “identidad, ojos, dedos”. Identidades que

 contienda, a precariedad, a contrariedad y liza permanente,   se cuidan de sí, que se realizan, pugnan, consiguen y comple­


 esto es a alma.   tan, identidades que miran pantallas, que trabajan o disfru­

 No traerá ventajas prácticas en nuestro práctico mundo,   tan con pantallas, que buscan, conocen y se relacionan con

 eso sí que —tal vez— parece fuera de toda duda, pero puede   pantallas y en pantallas; dedos que pulsan teclas, que aprie­


 que exista también algo así como una especie de alegría de   tan botones y botoncillos cada vez más minúsculos y ampli­
 la desventaja frente al ventajismo de los hombres aupados en   fican imágenes o pasan rápidamente de una a otra, que reci­

 sus identidades, frente a los que les va bien con su doctrina y   ben o mandan mensajes, consignas, señales.

 su beatería, con sus sacrificios en el altar de lo concluso y fal­  En otro lugar he sostenido que el alma, su contienda, sus

 to de endeblez, con el acuartelamiento de ideas de su cabeza   mordiscos de conciencia, está siendo sustituida por el ipho-

 y sus bien pertrechadas representaciones e idolatrías que ni   ne o el ipad, lo más de los adentros, por las puras formas de


 si quiera sospechan que lo son.  la exterioridad, lo más enrevesado por lo más plano. Dice

 Es posible que nuestro mundo tienda a ser en ese senti­  Chaves Nogales, el extraordinario escritor que sesenta años

 do, literalmente, un mundo de desalmados, que es el califi­  de silenciamiento y pretericción tanto de derechas como de

 cativo que se daba a los perpetradores de asesinatos y violen­  izquierdas en nuestro país no han conseguido relegar por fin

 cias, de gentes carentes de alma porque han perpetrado en   al desván del olvido, que “el hombre moderno puede pasar

 sí mismos la violencia de no demandarla ni irla adquiriendo   por penalidades terribles; pero no hay que tenerle demasiada

 —porque han perpetrado la violencia de aplastar la violen­  lástima. Su facultad de inhibición es prodigiosa” (149). Su


 cia de su contradicción—, toda vez que ni ven su necesidad   facultad de inhibir y asesinar el alma.






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