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diferencias políticas, nunca barreras para la inteligencia, dia-                                                        como punto de referencia del espacio político español desde

         loguemos los unos con los otros?” (Aranguren 132). Pero,                                                                la muerte del dictador, a saber, el “consenso”.

         claro, con el entendimiento de que habrá que prescindir del                                                                    Quiero volver a insistir que el ‘diálogo’ y el ‘consenso’

         lenguaje que es propio de la política, porque, presumimos,                                                              emigrarán desde el ámbito de la cultura, donde fueron gene-

         no es el lenguaje de la inteligencia: “[A]quí no hablamos de                                                            rados, al de la acción política (v.gr., Pactos de la Moncloa de

         política,” aquí hay voluntad de comprensión, y para ello será                                                           1977). De esta manera se terminará promoviendo un com-

         necesario usar la lengua de la cultura: “poesía es comunica-                                                            portamiento político que, en lo esencial, será puramente ce-


         ción” (134, 132).                                                                                                       remonial y burocrático —es decir, controlado a base de ins-

                Desde el espacio cultural, Aranguren pone en circula-                                                            tancias indirectas—, pues el ámbito entero de la economía

         ción, pues, algunos de los términos y comportamientos clave                                                             y la distribución de la riqueza social quedarán fuera de toda

         que, posteriormente, terminarán imponiéndose en el cam-                                                                 posibilidad de discusión.

         po político de la Transición —llevando a fruición la estra-

         tegia que siempre intentó Ortega—. El esquema es simple                                                                 La Transición: Cultura subversiva

         pero efectivo. Se presenta la Guerra Civil como una trage-


         dia  inevitable y,  por  consiguiente, obviando su  naturaleza                                                                 Un rasgo común que encontramos en buena parte de

         política.  A  continuación  se  propone  un  diálogo  entre  los                                                        los estudios dedicados a la constitución del nuevo espacio
                                                                                                                                                                                                           23
         bandos enfrentados. Pero, claro, un diálogo que no pue-                                                                 cultural que sobreviene con la Transición  es el contraste

         de describirse más que de terapia cultural buenista basada                                                              que se suele establecer entre la exuberancia de la producción

         en aquello que supuestamente es común desde la perspecti-                                                               cultural del periodo y el magro proceso político. Desde esta

         va de los vencedores en la contienda civil; esto es, partien-                                                           perspectiva, el “desencanto” social derivado de un proceso

         do del amor compartido por España y de la obra de España                                                                político que se basó en un pacto para olvidar muchas cosas,

         en América, y, por supuesto, del catolicismo, que es “esencial                                                          incluyendo los objetivos políticos de la izquierda marxista,

         al ser mismo de España” y no “algo adventicio” como “creye-                                                             se vio desbordado por la función afirmativa de una auténtica
                                                                                                                                                                 24

         ron los políticos de la República” (Aranguren 149, 156,                                                                 explosión cultural.
         158). De esta manera se podrán superar, propone Aran guren,                                                                    Ahora bien, dentro de este panorama general, encon-

         las concepciones estrictamente partidistas de la patria y al-                                                           tramos explicaciones divergentes que gravitan en torno a

         canzar una “comprensión total” del país y de su “Historia”


         —palabras que nuevamente nos llevan a Ortega (158)—.                                                                    23  Sin entrar en polémicas, pongamos entre 1975 y 1986.
         Queda así expedito el camino para el gesto clave: la posi-

         bilidad de una reconciliación nacional. Me refiero, más en                                                              24  Una descripción de este tipo la podemos encontrar en El mono del


         concreto, a un término que se ha presentado insistentemente                                                             desencanto de Teresa Vilarós.






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