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dos posturas claramente delimitables: bien hacia la tesis de los cambios culturales no encuentran resistencia en el propio
una cultura que subvierte el status quo, al tratarse de la van- ámbito de la cultura (17). Bell conecta esta situación con la
guardia de un proyecto político, bien hacia la idea de que esa pérdida por parte de la religión de su papel central en la re-
cultura es, por ponerlo con palabras de Mulhern, “a ‘magi- producción social y la usurpación de su fun ción por parte
cal solution’ to the poverty of politics in bourgeois society” del arte en los tiempos modernos.
(“una ‘solución mágica’ a la pobreza de la política en la socie- Conviene advertir que encontramos, en primera aproxi-
dad burguesa”; 168), esto es, una estrategia consolatoria que mación, una interesante tensión en el planteamiento de Bell.
ocultaría una situación de inercia e inmovilidad política. La lógica cultural expresa la lógica del capitalismo. Esto sig-
Podemos asociar la primera de estas posturas con los nifica que el futuro entrevisto por los agentes culturales se
practicantes del tipo de análisis que solemos etiquetar con puede entender como el probable resultado final de la lógica
el membrete de cultural studies. Se trata de una posición in- impersonal del sistema. Y esta contingencia parecería ser lo
fluida por las vanguardias artísticas del periodo modernis- que realmente asusta a Bell: miedo de la cultura, de su pro-
ta y, también, aunque pueda parecer sorprendente a prime- mesa de una nueva civilización, que nuestro autor entendería
ra vista, por análisis conservadores como el que propone el como una profundización del estado de bienestar desarrolla-
publicista Daniel Bell en su conocido artículo “The cultural do después de la Segunda Guerra Mundial. El dato a añadir
contradictions of capitalism.” es, sin embargo, que la cultura expresa la lógica del capita-
El punto de partida de este autor es la supremacía de lismo de una forma irrestricta, o sea, sin ningún tipo de li-
la cultura en el capitalismo tardío, un proceso que comen- mitación material, y, por esta razón, el futuro que profetiza
zó, como se acaba de sugerir, en el periodo modernista y al- es una utopía peligrosa no tanto por su viabilidad —absolu-
canzó su apoteosis durante la fase posmoderna. La cultura, tamente descartable— cuanto por su imposibilidad. Las ilu-
propone Bell, es, a la altura de los años sesenta y setenta del siones quiméricas, si no hay conciencia de que lo son, pue-
pasado siglo, el componente más dinámico de “nuestra civi- den ser contagiosas y destructivas de la civilización burguesa,
lización”; lo cual implica que las ideas de cambio y novedad de aquí que la defensa del capitalismo pase por embridar el
“overshadow the dimensions of actual change” (“eclipsan las sueño de la cultura.
dimensiones de cambio existentes de hecho”; 17). El asun- Por supuesto, la lectura que nos propone Bell de la cri-
to de fondo es que los cambios en los ámbitos tecnológico sis del capitalismo democrático no es la única que podemos
y económico están limitados por los recursos disponibles y favorecer. Baste aquí simplemente apuntar que de este tipo
los costes financieros. A su vez, las innova ciones en el espa- de ideas deriva lo que en medios periodísticos se ha veni-
cio político están constreñidas tanto por las estructuras ins- do publicitando como “cultural wars.” O sea, el intento de
titucionales realmente existentes como por el poder de veto presentar los conflictos identitarios y de estilos de vida como
de los grupos contendientes y la tradición. Por el contrario, la sustancia que debe nutrir la competición política en la fase
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Revist a de alces XXI Número 0 , 2012