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Me  gustaría  concluir  estos  datos  señalando  la  influen-  En su versión más desarrollada, la postura específica de

 cia del polo artístico del nódulo Aranguren —vía Fernando   Aranguren consiste, en palabras de Vázquez García, en una

 Savater, por ejemplo— en trabajos como el ya comentado   “exaltación del ‘diálogo’ (o del ‘consenso’), término ‘bizco’

 de Gracia. Sin ir muy lejos, esta ascendencia se manifiesta   por excelencia que, en el contexto de la Iglesia posconciliar y

 en cómo la sentida pretensión de los integrantes del polo   de la Transición política (‘diálogo’ entre las fuerzas que pac-

 artístico de “ampliar el marco de una racionalidad confina-  taron el cambio político, ‘reconciliación’ nacional, ‘diálogo’

 da en los estrechos límites de la ciencia y la tecnología, re-  entre cristianos y no creyentes), recibía a la vez significados


 chazando al mismo tiempo todo intento de subordinar el   políticos, religiosos y filosóficos” (169). Pues bien, este pro-

 ejercicio de la razón a la dogmática religiosa o al ‘marxismo’   yecto ya aparece dibujado en sus rasgos básicos en el artículo

 doctrinario” (Vázquez 164), queda recogida en la noción de   de Aranguren al que me refería más arriba, y que ahora paso

 ‘humanismo’ que maneja Gracia, pues consiste en una “for-  a comentar brevemente.


 ma de pensar lo humano que repudia la verdad metódica y   El objetivo del autor en este trabajo es el de entablar un
 rígida o bien de Dios o bien de las ideas en versión    “diálogo” con la España que perdió la guerra, un “diálogo”

 ‘hobbesiano-cartesiana’” (24).  que sólo podrá ser cultural, pero no político. De hecho, no


 En cuanto a Aranguren, se ha etiquetado a veces su po-  hay nada de que hablar, confirma Aranguren, con los que “si-

 sición filosófica, su “crítica moral” de la sociedad, de “crítica   guen repitiendo incansablemente, como si el tiempo no hu-

 ‘artista’”. Con esta expresión se quiere enfatizar que su censu-  biese pasado, ni por ellos ni por España, sus viejas canti nelas

 ra de la sociedad capitalista se centra en el “empobrecimiento   del ‘Gobierno legítimo’ y la ‘restauración de la República’”

 espiritual” derivado del recorte de las “posibilidades de vida   (137). A estas actitudes las califica de “atroz anacronismo”


 y libertad individual” que efectúa el capitalismo entendido   inspirado por una idea equivocada de la “eficacia de la acción
 en clave sociedad de consumo, y no, por tanto, en los efec-  política” (137).

 tos del capitalismo en el “ámbito de la explotación económi-  Podemos apreciar en estas palabras ciertos hábitos inte-

 ca” (Vázquez 177). Desde la perspectiva de este trabajo, ello   lectuales legados por Ortega, asunto que queda con firmado


 quiere decir que podemos presentar la intervención pública   cuando reduce la trayectoria de la II República a un desafor-

 de Aranguren como una variante del culturalismo despoliti-  tunado disparate que habría convertido lo que no era más

 zante que estoy presentando como rasgo característico de la   que una polémica sobre el ser de España en un enfrentamien-

 tradición liberal.  to político mortal: “El diálogo en torno a España se convir-

         tió pronto en guerra por España” (133). Felizmente, piensa

         nuestro autor, aún cabe recuperar el tiempo perdido: “¿no

 Montero—. Por su parte, la “red alternativa” la componen el ya citado   ha llegado la hora de que, al margen de las diferencias po-
 nódulo Aranguren y el de Manuel Sacristán.
         líticas, aceptándolas, pero sólo en lo que estrictamente son,






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