Page 124 - Revista0
P. 124

nio sigan enterrados allí seguiremos incorporando al padre                                                              trabajo femenino no remunerado), una de sus vecinas que

         tiránico y seremos incapaces de matarlo de una vez por to­                                                              está enferma de cáncer y que es, a la sazón, la hija de la aman­

         das.                                                                                                                    te de su esposo. Cuando Agustina le dice “tenemos que ha­

                En este sentido, Nicolas Abraham y María Torok distin­                                                           blar”, Irene le contesta: “De todo lo que tú quieras, pero no

         guen dos mecanismos de duelo diferenciados: introyección e                                                              le digas a nadie que he vuelto”. Mientras Irene mira la tele­

         incorporación. La introyección tiene por objeto internalizar                                                            visión, Raimunda, su hija, se presenta en casa de Agustina

         una pérdida, hacerse cargo de ella a nivel intra­psíquico para                                                          para contarle lo que pasó con Paco y para decirle que no sabe


         poderla velar y poder reestablecer así la dialética objetual del                                                        cómo ha podido vivir todos estos años sin ella, a lo cual Ire­

         deseo. La incorporación, el contraste, tiene como función                                                               ne responde: “No me digas eso que me pongo a llorar y los

         preservar el objeto de la pérdida, impedir que el trabajo del                                                           fantasmas no lloran”. La última escena es un primer plano

         duelo concluya y que la estructura del deseo se restablezca.                                                            de Irene cerrándole la puerta a su hija, seguida de un plano

         En España lo que ha sucedido desde la Transición en ade­                                                                largo caminando por el interior de la casa y finalmente des­

         lante es justamente que se ha interpelado a la sociedad civil                                                           apareciendo por la escalera. El fantasma sólo puede vivir de

         para que incorpore el cadáver y la memoria del dictador. En                                                             puertas para dentro, su trabajo es invisible, su memoria es un


         esos casos especiales —afirman Abraham y Torok— la im­                                                                  secreto.

         posibilidad de la introyección es tan profunda que incluso                                                                     Esta estructura de encriptamiento es muy similar a la es­

         está prohibido darle un lenguaje a nuestro rechazo de hacer                                                             tructura de invisibilidad y negación social del closet, vivir en

         el duelo. Las palabras no pueden ser pronunciadas, las esce­                                                            el closet es, entre otras cosas, privatizar el deseo, reducirlo a

         nas no se pueden recordar, las lágrimas no acaban de verter­                                                            la esfera doméstica, negarle la dimensión pública y la visibi­

         se —todo será engullido, junto con el trauma que llevó a la                                                             lidad a una forma de vida y una sexualidad que no coincide

         pérdida—. El duelo inexpresable erige una tumba secreta                                                                 con la normatividad hegemónica y las ideologías reproduc­

         dentro  del  sujeto  (130).                                                                                             tivas dominantes. El encriptamiento del padre, su duelo en

                Este proceso de incorporación es, de alguna manera, un                                                           privado, sus entierros a escondidas, el confinamiento del es­


         duelo patológico que adquiere dimensiones perversas cuan­                                                               pectro materno a la esfera doméstica, reproducen una lógica

         do el objeto de la pérdida es el padre franquista. El único                                                             del closet invertida: en lugar de esconder el deseo, se esconde

         lenguaje capaz de metaforizar la pérdida es el lenguaje de                                                              la memoria de la muerte que fue el padre franquista y con

         la madre —el tiempo y el espacio queer que ella convoca—                                                                ella la capacidad de matarlo para siempre, de resistir desde

         pero ésta, como el pasado espectral de la República, regresa                                                            otro tiempo y otro espacio.

         sólo en silencio, sólo en privado, sólo de puertas para aden­

         tro. Al final de la película, Irene, la madre, decide irse a cui­


         dar a Agustina (Blanca Portillo) (otra vez el cuidado como






      124                                                                                                                                                                                                                             125
                Revist a   de   alces   XXI                                                                                                                                                       Número  0 , 2012
   119   120   121   122   123   124   125   126   127   128   129