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Dando continuidad al artículo precedente, Bénédicte Cierran el volumen dos artículos sobre la novela y el mer-
Vauthier en “A deshora, 1956-1963: ‘literatura responsable’ cado editorial a partir de los años 60. En el primero de ellos,
y engagement” (seguido del epistolario de G. de Torre-J.M. Domingo Ródenas de Moya describe la trayectoria literaria
Castellet) analiza la trayectoria de la obra crítica de J.M. de Juan Benet en relación con otras publicaciones, autores
Castellet y la problematiza a la luz de su intercambio epis- y acontecimientos de la época enfatizando la postura de Be-
tolar con Guillermo de Torre, quien desde el exilio intenta net acerca de la renovación estética de la narrativa españo-
establecer un acercamiento con las nuevas generaciones de la que “desplazaba el eje de preocupaciones hacia el lengua-
críticos españoles. La inclusión del epistolario entre los crí- je y las estructuras de configuración del discurso. [Además
ticos de diferentes generaciones y espacios (Castellet en Bar- de] separa[r] el quehacer estrictamente literario del com-
celona y de la Torre exiliado en Buenos Aires), dice Vauthier, promiso cívico o político que pudiera tener —o no— el es-
“se deja leer como una réplica del imposible diálogo estéti- critor (…)” (280). La publicación de su obra Una medita-
co que a partir de febrero de 1956 separó a dos generacio- ción (1970) el mismo año que Conversación en la catedral de
nes de escritores e intelectuales, opositores al franquismo” Vargas Llosa, supuso un reto para Benet, el público lector y
(233). Este artículo, así como los mencionados precedente- el propio mercado editorial ya que, ambas novelas, “entra-
mente, son consistentes con uno de los hilos conductores ñaban sendas y opuestas poéticas de renovación: frente a la
de Poéticas y cánones literarios bajo el franquismo a la hora de propuesta de Vargas Llosa, de armazón exigente pero soli-
mostrar la heterogeneidad de una época. No se centran úni- daria con sus lectores, la de Benet se cerraba en una hosque-
camente en la Escuela de Barcelona, sino que también dan dad solo negociable para una minoría exigua” (283). Róde-
una visión integral de la interacción, avenencias (y rivalida- nas de Moya continúa su artículo desarrollando el debate
des) con poetas y grupos más o menos coetáneos en Espa- sobre qué consideración se le debe al lector y los diferentes
ña, o en el caso del artículo de Vauthier, en el exilio. En es- estilos y técnicas de innovación que se dieron en la novela
tas líneas también escribe Fernando Larraz, quien examina hasta principios de los años 80. Se trata de un texto denso
la evolución de la recepción de la literatura del exilio, cues- y con información detallada que incluye, además, conexio-
tionando la metáfora de la existencia de un puente (diálogo nes y paralelos con otras literaturas, fundamentalmente, la
entre los agentes culturales de adentro y de afuera de la pe- anglosajona y la francesa.
nínsula) y concentrándose en el período de finales de los 50 Por su parte, Cristina Suárez Toledano, en el último artí-
y principios de los 60 para concluir, como Vauthier, que el culo, desvela la llegada y recepción que tuvo la literatura de
dogmatismo de las nuevas generaciones de autores de la Es- los autores hispanoamericanos en España durante los 60. Si
paña peninsular dejaron pasar la oportunidad de conocer y el crecimiento económico en la España de los 60 hizo posi-
difundir la literatura de los autores del exilio. ble la fundación de más editoriales (de la mano iría la me-
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Revist a de al ce s XXI Número 6 , 2024