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por derivar en asesinatos, siempre aparece fuera de la esce-
na, amputado del montaje. Esa fragmentación del relato es
a su vez la fragmentación del cuerpo de la mujer asesinada,
discontinuidad vinculada al sexo donde se erotiza cada par-
te del cuerpo. También están los lugares de la cotidianei-
dad del protagonista: su lugar de trabajo, donde prepara el
manto de la Virgen; el lugar donde acude a relajarse, una
sauna que parece rememorar el vientre materno; y su hogar,
que tanto recuerda un útero en su profundidad de campo
y sus márgenes laterales sin iluminar. Cuando Carlos es fil-
mado en estos espacios maternales la puesta en escena pri-
ma el plano general sostenido, dominio de la continuidad.
Cuando Carlos termine haciendo el amor con Nina, el pla-
no general del corte de leña al final de la película sustituirá
el corte en off del cuerpo asesinado con el que terminaba la
primera secuencia. Ambos se producen en el mismo espa-
cio. A partir de la puesta en escena y el montaje se deduce
la problemática relación existente entre sexualidad y repro-
ducción para el dogma católico, cuya figura de una madre
virgen es esencialmente castradora.
Esta incidencia del imaginario católico en la película se
completa atendiendo al rol elíptico de la religión como el
origen de la violencia de su protagonista. Esta conexión se
expresa a partir del uso del fuera de campo y la elipsis como
rima entre el plano elidido del asesinato y el plano sucesivo
que siempre atañe al rito religioso. Una forma de construc-
ción visual que propone subsumir la violencia privada de
Carlos en la pública y oficial de la liturgia colectiva apun-
tando al imaginario religioso instituido como la causa prin-
cipal de los asesinatos de Carlos.
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Revist a de al ce s XXI Número 6 , 2024