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percusiones; quiero reconocer esas realidades para así se en- xuales en el continente formaron parte de la multifacética
fatizar la labor activista de Obono y subrayar los atisbos de justificación moralizadora de la colonización europea (Zar-
resistencia contra la fuerza aplastante de la heteronormati- co Hernández y Pujol Tarrés), y la homofobia instituciona-
vidad reproductiva que se traslucen en sus obras. 37 lizada tiene documentadas raíces europeas y racistas, ya que
Una manifestación de la repro-narrativa heteronormati- varias políticas coloniales impusieron sistemas para nom-
va es la ocultación o deslegitimación de las narrativas queer. brar, patologizar y disciplinar prácticas íntimas a medida
Existe la creencia generalizada en muchas regiones africa- que crearon e instalaron sistemas jerárquicos de raza en los
nas de que la homosexualidad es ‘inexistente’ en África, y territorios colonizados (Currier 28; Hoad, African 7; Lu-
cualquier intimidad no-heterosexual se considera profun- gones, “Heterosexualism”; Semugoma et al. 312). Según
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damente anti-africana —un fenómeno foráneo, aborreci- Obono, la comunidad fang en particular “nunca ha recono-
ble e irreconocible dentro del contexto cultural local—. cido” y siempre ha estigmatizado la homosexualidad (Obo-
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Esta noción se ve reflejada en las palabras de los informan- no, “Trifonia Melibea”).
tes en Yo no quería ser madre: “Normalmente nos llaman Sus textos abarcan la cuestión de la (in)existencia homo-
‘lesbianas’, una cosa oficialmente extraña. Mi abuela dice sexual desde la ficción y la no ficción. Los testimonios en
que no existíamos hasta que llegaron lxs blancxs españolxs Yo no quería ser madre señalan que, en el idioma fang, no
a contaminar el país” (149). En Heterosexual Africa?, Eppre- existe una palabra que signifique “lesbiana” o “mujer homo-
cht desmiente el mito que considera la homosexualidad sexual”. Unx de lxs entrevistadxs lo explica usando términos
“un-African” (no africano) e indaga en los orígenes colonia- planetarios para enfatizar que la homosexualidad se entien-
les y neocoloniales de esa equivocada idea. La observación y de como una aflicción forastera: “La lesbiana no tiene nom-
documentación de prácticas homosexuales y disidencias se- bre en fang; el nombre fam e mina hace referencia al gay.
Somos extraterrestres. Somos de otro mundo” (Obono, Yo
no quería 149). La novela La bastarda se hace eco de esta te-
37 Para leer más sobre la resistencia feminista de mujeres ecuatoguinea- mática. Marcelo, el ‘tío’ homosexual de la protagonista-na-
nas —especialmente mediante los “hidden transcripts” (transcripciones
ocultas) o la infrapolítica de la resistencia cotidiana (Scott) como el can- rradora lesbiana, Okomo, comenta tanto el peligro como
to— véanse Allan, Riochi, Ñengono. la impotencia jurídica asociados con esta laguna lingüísti-
ca: “No existís como institución . . . . Si no tenéis nombre,
38 Estas circunstancias traen a la mente las cavilaciones de Adrienne Rich
sobre la heteronormatividad y la existencia lesbiana en otro momento sois invisibles, y si sois invisibles, no podéis reivindicar nin-
(1980) y otro continente (América del Norte): “El sesgo de la heterose-
xualidad obligatoria, que lleva a percibir la experiencia lesbiana en una
escala que va de la desviación a la aberración o a volverla sencillamente
invisible” (“Heterosexualidad” 17). 39 Véanse Hoad, African Intimacies 7; McClintock, Imperial Leather.
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Revist a de al ce s XXI Número 5 , 2021-2023