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solución (Zecchi 148), sino que la medicación es parte de En este fragmento observamos cómo la maternidad está en
este combinado. En Permafrost, ser madre constituye una tensión con lo que Carla Freccero estudia como la posibili-
solución vital para la protagonista, una solución que la pro- dad de una temporalidad queer (una temporalidad que no se
tege de la muerte y le obliga a vivir, a ser feliz y a ser, como rija por los tiempos que la sociedad espera o dicta), es decir, la
recuerdan Cabanas e Illouz, una buena ciudadana (8). posibilidad de una temporalidad no normativa (21), siguien-
do el trabajo de Elizabeth Freeman y sus ‘alternative chro-
notopes’ y de Lee Edelman en No Future. Frente a la tem-
Boulder: consumo y alienación poralidad no normativa deseada por Boulder, la de su pareja
En el caso de la segunda novela, Boulder, Baltasar continúa implica la gestación, y por lo tanto es una temporalidad ata-
explorando la maternidad no deseada, en este caso, acep- da al cuerpo. No sabemos mucho de la comunicación entre
tada como compromiso de pareja, si bien esto conlleva un las dos mujeres (¿hablan inglés entre ellas?), pero lo que sí que
distanciamiento devastador entre las dos mujeres protago- queda bien articulado es cómo para Boulder tener un hijo es
nistas. Al inicio de Boulder, una narradora nos relata su vida “un proyecto monstruoso” (54) y una realidad inconveniente
satisfecha asumida en soledad: cocinera en un barco, sin e infeliz: el embarazo, parto y lactancia de Samsa lo coloni-
pertenencias ni obligaciones, tiene una vida nómada que zan todo e implican que el cuerpo de Samsa está “en función
no la ata a nada. Trabaja duro y duerme bien. Su desarrai- del niño” (84).
go (primero nómada y después migrante) no se discute mu- Como explora Orna Donath en Madres arrepentidas, no es
cho, pero su soledad es elegida. Boulder es un personaje lo mismo el consentimiento que la voluntad: “investigadores
sin pasado. Se enamora de Samsa, una geóloga islandesa a en el ámbito de la sexualidad han afirmado que esos térmi-
la que conoce en Chile. Samsa convence a Boulder de ha- nos o conceptos expresan relaciones de poder en las relacio-
cer todo aquello que para ella significaba una cárcel: acep- nes sexuales, ya que no es lo mismo acceder a practicar sexo
tar una vida no gregaria, estable y tradicional, “comprar una que querer practicarlo” (56). Si bien la distinción entre con-
casa amarilla en las afueras de la ciudad” (35) y, en última sentimiento y voluntad en el ámbito de la sexualidad es dis-
instancia, reproducirse: tinta que dicha distinción en el ámbito de la maternidad, lo
que es interesante es que en Boulder sí se traza una frontera
Eso que no tiene nada que ver con mi vida ni con el períme- entre la mujer que desea un hijo (Samsa) y la mujer que con-
tro kilométrico de vida que iba a protegerme de esas leyes inde- siente dicho deseo a pesar de que vaya en contra de sus creen-
lebles y atemporales que desafían la contingencia. Llega a casa cias (Boulder). Así, Boulder no quiere ser madre, pero con-
como un invitado mortal. Inesperado e infausto. La enferme- siente tener hijos por la pareja y el tiempo: “Negarme a ello
dad que sólo padecían los demás. Quiero un hijo, dice Samsa,
un hijo nuestro. Tuyo. (41) es dejarla, por lo que pido tiempo. Rayo los cuarenta, no ten-
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Revist a de al ce s XXI Número 5 , 2021-2023