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vas líneas del ser y del estar con la intención de remediar la
profunda crisis de sentido que padece nuestro mundo (Ál-
varez-Blanco 17), ese centrado en la fragmentación social.
Como explica la autora, el ojo no puede verse a sí mismo;
solo puede hacerlo cuando cobra conciencia de sí, cuando
está enfermo (16). Sin embargo, aunque el libro trate los
graves trastornos sufridos en este momento histórico, debe
leerse como un manual para el mejor vivir. Álvarez-Blanco
recupera el “buon senso” gramsciano (15) al ilustrar con es-
tos colectivos modelos anticapitalistas de estar en el mun-
do y experiencias que frenen la atomización social (17) que
crean las sociedades descompuestas. El buen sentido común
que busca esta profesora-activista se ancla en el principio de
que “el ser humano no puede decir yo sin que resuene al
mismo tiempo un nosotros” (Garcés 28). Se empieza a en-
tender con Judith Butler que “el sujeto que yo soy está liga-
do al sujeto que no soy” (71) (Marcos de Guerra. Vidas Llo-
radas. Barcelona: Paídos, 2009). Y es importante recordar
también que “del yo al nosotros no hay una suma, sino una
operación de co-implicación” (Garcés 49), es decir, una idea
de trato entre personas opuesto radicalmente al “sentido co-
mún” violento del capitalismo, ese que pone al límite una
vida humana digna. Estos colectivos abren un umbral y por
“la fuerza de un no compartido” (Garcés 53) empiezan a es-
cribir una gramática colectiva nueva, una basada en afectos
sociales o un “in-betweenness” (Annabel Martín y Cristina
Ortiz 2020) alternativos basados en el poder del cuidado,
la escucha, el respeto, la negociación de diferencias, la vida.
Como nos recuerda Butler: “[w]hether the body that fal-
ters and falls is caught by networks of support, or whether
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Revist a de alces XXI
a moving body has its way paved without obstruction, de-
pends on whether a world has been built for both its gravity
and mobility—and whether that world can stay built. The
skin is, from the start, a way of being exposed to the ele-
ments, but that exposure always takes a social form”. (198-
99) (The Force of Nonviolence. London/New York: Verso,
2020) (“El que un cuerpo flaquee y pueda ser acogido por
redes de apoyo, o que un cuerpo en tránsito encuentre el
camino libre de obstáculos, depende de que el mundo esté
concebido para sostenerlo y para facilitar su movilidad. Y si
ese mundo se sostiene sobre una base sólida. La piel nos ex-
pone a la intemperie, pero ese contacto siempre adopta for-
ma social”.)
Esta formulación social del interés común que sujeta la
“piel” (el individuo) está basada en una episteme de cuida-
do (de afecto social) que a nivel práctico exige, en palabras
de Manuel Castells, “redes de contrapoder” (16) (Networks
of Outrage and Hope. Cambridge: Polity Press, 2012). Exi-
ge la existencia de la Constelación de los Comunes de este
libro para reprogramar las relaciones sociales, la economía,
el mundo cultural, el educativo o el de la información, por
citar algunas áreas sociales. Son redes que, como explica el
colectivo Colaborabora, deben procurarse “tupidas y com-
pactas” (115), bien ligadas a territorios concretos, cercanos,
para que “la red realmente te pueda sujetar” (115). Esta re-
programación no es tarea fácil puesto que reclama introdu-
cir, en palabras de Castells, “instrucciones diferentes” (16)
a las operativas en nuestras instituciones, pero también en
nuestras vidas, incluso visiones utópicas del tipo “the rule
of not ruling anything” (16) (la norma de no regular nada).
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Número 4 , 2019-2020