Page 299 - Revista4
P. 299

15 años, 1975-1990, que éramos libres, que no teníamos   dura fascista que se mantiene en la memoria viva de esas fa-

 nada que perder. Y entre la heroína y el speed, la reconver-  milias y es transmitida a es@s hij@s más ocios@s. Eran gen-

 sión industrial, el fin del bloque soviético y la incipiente bo-  tes de otra calaña, y entre ambas generaciones, unos como


 nanza que no estallaría hasta los 90, creamos el punk con   soporte vital y antiejemplo social, otros como fruto trans-

 todas sus manifestaciones. Todo era diferente, empezando   gresor, creamos la sociedad de hoy.

 por nosotr@s mism@s. Con ese poso familiar agrícola pero   Ahora, las capas sociales que se autodenominan punks

 urbano.  son otra cosa. Siguen escuchando y asimilando ideológi-

 Como ejemplo de lo que éramos: lo que sucedía en los   camente lo clásico, pero vitalmente no son punks. En rea-


 Sanfermines de los 80 y 90, en la plaza de Toros de Pam-  lidad, tod@s nos hemos vuelto terriblemente burgues@s.

 plona, después de la Corrida. Algo extremadamente punk   Así, hoy en día, según mi percepción y como reflejo de lo

 que para mí ejemplifica la diferencia esencial entre esas ge-  que nos hemos convertido, los movimientos populares son

 neraciones de punks y las de ahora. En Iruña en la Corrida   colectivos anticuados que en muchos casos viven de las ren-


 tiene lugar una merienda bacanal donde las peñas comen y   tas: las ideologías que los mueven se gestaron en una revo-

 beben como energúmenas. Cuando termina el acto, en el   lución sociológica de 1950 que aquí alcanzó su apogeo en

 lugar quedan abandonados litros de bebidas, muchas ve-  1960 y 70. Ahora los puntos de vista son reproducidos y

 ces inclasificables, y comida tirada por el suelo. Pues bien,   los movimientos siguen siendo en su mayoría, a pesar de la


 en aquellos años, después de vaciarse la plaza, los servicios   globalización, blancos y judeocristianos. A pesar de ello, el

 de limpieza dejaban a los denominados Pies Negros, pun-  movimiento postpunk vasco, como todo lo que alguna vez

 kis que vivían en la calle y que por aquel entonces aparecían   tuvo éxito, alberga un poder que les da la calle que es di-

 a cientos por la ciudad, hacer una primera limpia. Comían   rigido hacia el interés del colectivo. Pero para lograr trans-


 y bebían lo abandonado. Este fenómeno ya no es posible   formación social el poder del colectivo debiera ir dirigido a

 en Iruña. Los Pies Negros han desaparecido y los punks de   una lucha de calle sin normatizar, sin financiar, sin grupos

 ahora comen vegano de herboristería cool. Y yo me pregun-  hegemónicos y trasnochados.

 to, reflexionando sobre estos temas, ¿cuánto del carácter de   Además, estos colectivos actuales mueven una cantidad


 sus mapadres migrantes del campo y proletarios expresaban   de dinero y ese poder popular decide qué se escucha, qué se

 esos hij@s? Una autenticidad, discutible, pero autenticidad   contrata. Aunque no se perciba como poder, lo es. Y hace

 vital que el bienestar ha desterrado de nuestra sociedad de   que una cultura perviva a pesar de tantos años y puede que

 2019: la lucha por la subsistencia más primaria, el hambre   impida que nada esencialmente nuevo nazca. Este movi-


 pasado que te deja comer de todo, las condiciones de vida   miento disfruta de unos patrones culturales que reproducen

 rurales ultraprecarias, de jornaleros crecidos en una dicta-  el punk con rasgos nuevos, como puede ser el uso de inter-






 298                                                                                                          299
 Revist a   de   alces XXI                                    Número  4 , 2019-2020
   294   295   296   297   298   299   300   301   302   303   304