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tes no plebiscitado, lejos de cualquier democracia real, aún                                                                               usarla. Jamás dejaremos de contar historias. (Spielberg

         apenas acontecida. Y es por eso que debemos derribar esta                                                                                  citado en Riambau)

         concepción del arte y la cultura eurocéntrica, socioclasista,

         étnico-racial, patriarcal y capitalista, plutocrática.                                                                      Alumbramos, pues, el concepto “sinautoría” para com-

             A Cine sin Autor se nos invitó a pensar en los “Horizontes                                                          batir la astucia de Spielberg. Para que no nos postren en un

         del arte en España”. Nos sorprendió que “se” sigue querien-                                                             sofá y nos quiten el mar. Para ser “pueblo” que usa de la tec-

         do convencer a la gente del valor del arte. Nos tienen que                                                              nología para “hacernos presentes” con nuestras imágenes y


         persuadir de ese valor porque no lo disfrutamos. Allí expuse                                                            nuestros sonidos, en nuestros platós-mundo, posibilitándo-

         que me sirve imaginar el arte como algo tan inmenso como                                                                nos enclaves de producción, fábricas de cine donde organi-

         el mar. Hasta el extremo de considerar que al arte no le so-                                                            zarnos para defender la sociedad y cómo no, nuestras vidas

         bra nadie. El cine, en el que creemos, nos congrega como                                                                y cómo no, el mundo que las asegura.

         talento de lo humano, talento común, porque nos hacemos

         falta. Por eso llamamos a ocupar el arte y el cine como se

         ocuparon las plazas. Porque lo tenemos claro: cuando te ba-


         ñas en el mar nadie te tiene que persuadir de su valor.

             Ante nuestro mundo acaece, sin embargo, la distopía de

         Steven Spielberg. La tecnología que le enriquece y empo-

         dera nos prefiere adolescentes eternos con los ojos cerrados.

         Nos lo está anunciando:






                            Nunca vamos a desprendernos de nuestra necesidad ado-
                            lescente de pintar las paredes de las cavernas, eso nunca

                            nos abandonará. La tecnología puede proporcionarnos

                            herramientas mucho mejores para comunicar nuestras
                            historias. La tecnología también puede desarrollar un

                            teatro de la mente. Llegará el día en que toda la pelícu-

                            la transcurrirá en el interior de la mente y será la expe-
                            riencia más interna que cualquiera puede desarrollar. La

                            historia nos será explicada mientras tengamos los ojos
                            cerrados, lo cual no impedirá que podamos verla, oler-

                            la, sentirla e interactuar con ella. Ciertamente creo que

                            si actualmente disponemos de una tecnología, debemos







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