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La lectura de los microrrelatos de Iwasaki permite ensa- ANEXO: Tres microrrelatos de Ajuar
yar, a través de las ficciones en ellos planteadas, el padeci- funerario, de Fernando Iwasaki
miento, la desorientación y el aislamiento que en la actuali-
dad frecuentemente acompañan a los procesos de migración “La habitación maldita”
y aculturación. Al igual que todo texto literario, éstos fun-
cionan como depósitos de un saber sobre la vida que es ac- Llegué sin reserva porque para eso soy cliente habitual,
tivado a través del acto de lectura. En tanto lo polisémico es pero no quisieron darme la única habitación que les quedaba.
un rasgo estructural de la micro-ficción, una lectura posible A regañadientes me entregaron la llave y se ofrecieron a
no anula ni invalida otras lecturas posibles (incluyendo la buscarme una suite en otro hotel de la cadena, mas yo estaba
del propio autor sobre su texto), sino por el contrario am- muy cansado y subí sin hacerles caso.
plía y enriquece el cúmulo de significaciones en ellos inscri- La decoración no era la misma de las otras habitaciones:
tas. Pese a la celebración consciente que tanto Iwasaki como las paredes estaban llenas de crucifijos y los espejos apenas
algunos críticos hacen del escritor nómade y, consecuente- reflejaban mis movimientos. Recién cuando me eché en la
mente, del capitalismo globalizado en el que por su capital cama reparé en la pintura del techo: un Cristo viejo y enfermo
socio-cultural unos y otro se insertan ventajosamente, en que me miraba sobrecogido. Me dormí con la inexplicable
este trabajo me ha interesado subrayar cómo estos micro- sensación de sentirme amortajado.
rrelatos sugieren también una versión más dolida de la ex- Un clavo de frío me despertó, y junto a la cama una
periencia del migrar, posibilitando, desde la literatura, una mujer de niebla me dijo con infinita tristeza: “¿Por qué has
reflexión cuestionadora de las circunstancias extra-textuales sido tan imprudente? Ahora te quedas tú”. Desde entonces
que convalidan el sufrimiento humano. sigo esperando que venga otro, para despertarlo con mis
dedos de hielo y poder dormir de una vez. (14)
“La casa de muñecas”
La compré en una tienda de antigüedades porque me
fascinó su desmesurada ambición por la miniatura. Cada
habitación era de una riqueza maniática, pues en los baños
se veían los tubos abiertos de pasta de dientes, sobre las
mesas se deshojaban cuadernos garabateados con letras
minúsculas y en la cocina distinguí una alacena colmada
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Revist a de alces XXI Número 2 , 2014-2015