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umbral y el movimiento de acceso a él generan un núcleo to (Roas), el funcionamiento de la maquinaria cultural
semántico, que propongo correlacionar con la inscripción demuestra la vitalidad del microrrelato, a través de la pro-
identitaria del paratexto y con el referente extra-textual. Así, liferación de foros, conferencias, encuentros de escritores y
argumentaré que la representación del umbral en estos mi- estudiosos, antologías, traducciones y publicaciones en pa-
crorrelatos de Ajuar funerario puede vincularse metafórica- pel y en la red (Roas; Ette, Del macrocosmos 17-18). Las for-
mente con la deslocalización del cuerpo, del saber y de la mas breves, que se remontan a la Antigüedad en las litera-
identidad asociados con la experiencia de la inmigración en turas occidentales y encuentran su expresión en máximas,
general y con la del migrante indocumentado en particular, aforismos, proverbios y sentencias (Ette, Del macrocosmos
atrapado, como los personajes de Iwasaki, en un presente 17, 251), cobraron un nuevo impulso con las vanguardias
sin asidero y sin plazo. de las primeras décadas del siglo XX. Desprendiéndose de
En primer término, es preciso aclarar qué se entiende por esta textualidad, en el ámbito de las letras hispánicas, el mi-
microrrelato. Si bien no hay consenso sobre si las formas crorrelato presenta un desarrollo muy dinámico a partir de
breves y brevísimas deben entenderse como género inde- mediados del siglo pasado (Lagmanovich 11-20; Ette, Del
pendiente o como una modalidad comprimida del cuen- macrocosmos 17; Koch, “Retorno…” 20), consolidándose
en los años ochenta mediante el surgimiento de proyectos
autónomos de narrativa breve (como La sueñera [1984], de
ga tradición de la sátira menipea, que se remonta al siglo 3 A.C. y tuvo Ana María Shúa) y con los primeros estudios académicos
enorme influencia en la literatura cristiana y bizantina (112-119): ade- críticos (Peters 24; Rodríguez Maurici 57; Zavala, “Los es-
más de recurrir a lo cómico, la situación extraordinaria, lo fantástico y al tudios sobre microficción” 38-39). Como figuras pioneras
naturalismo crudo (características todas que nos permitirían pensar en
Ajuar funerario como un exponente contemporáneo de esta tradición), y canónicas en el género, es imprescindible señalar a Juan
la menipea suele plantear el “diálogo del umbral” —ante las puertas del José Arreola (México), Augusto Monterroso (Guatemala),
Olimpo, como en Séneca, o ante las del Paraíso como en la literatura de los argentinos Julio Cortázar, Marco Denevi, Luisa Valen-
la Edad Media (Bakhtin 116)—. En La poética del espacio, Gaston Ba- zuela y Ana María Shúa, al igual que a Guillermo Cabrera
chelard hace mención del valor sagrado del umbral (223); sin embargo,
Bachelard se abstiene explícitamente de explorar imágenes de espacios Infante (Cuba), Eduardo Galeano (Uruguay) y Luis Britto
hostiles (xxxi-xxxii), como será el caso en el tratamiento que Iwasaki hace García (Venezuela), entre muchos otros. 3
de este espacio. A propósito de la relación entre el saber con/vivir, acu-
mulado en la literatura, y los espacios representados en ella, Ette señala
cómo los espacios del vivir (la ciudad, la casa o la habitación, por ejem- 3 Por la popularidad e interés que el género suscita, trazar un panora-
plo) configuran patrones fractales que ofrecen “paradigms of knowledge ma abarcador de su desarrollo actual resulta tarea elusiva. En tal senti-
for living and confer knowledge for how to live together in a given so- do, las antologías de Lauro Zavala, de Juan Armando Epple, el estudio
ciety” (“paradigmas de conocimiento para la vida y que confieren cono- monográfico de David Lagmanovich y los desarrollos teóricos y críti-
cimiento para poder vivir juntos en una sociedad dada”; “Literature as cos de Ottmar Ette proveen coordenadas indispensables para orientar-
Knowledge…” 989). se en este corpus proliferante, lo mismo que los dossiers dedicados a la
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Revist a de alces XXI Número 2 , 2014-2015