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mosas— las imágenes de referentes genéricos menos obvios ciudad automática), Federico García Lorca (Poeta en Nueva
o metafóricos como las de Saúl Fernández (2012) “Barra York) o Enrique Jardiel Poncela (Mis viajes a los Estados Uni-
americana tiene un algo de falso documental: una película dos), para Saúl Fernández (2012), en la tradición hispánica.
peliaguda, el film más transparente (…) Javier García Ro- Y entre los ecos, no podía faltar quien apuntase al subver-
dríguez otorga a los relatos (pongamos que son relatos) el sivo contexto estético y/o generacional por el que transitan
tono típico de un narrador de un documental de la 2” y, so- la narrativa y la historiografía española del siglo XXI, rela-
bre todo, la de David Refoyo (2012) “Podría considerarse cionando, con poco disimulo, el texto de García Rodríguez
una novela, pero no lo es. Podría considerarse un libro de con el hipotexto —bien que paródico, eso sí, en aquélla
viajes, de artículos, un ensayo, un artefacto, no sé, no en- ocasión— del anterior relato del autor, Mutatis Mutandis:
tiendo cuál es la etiqueta que mejor se adapta a esto, porque
me recuerda, inexorablemente, a un disco en directo, uno dicen los que están al cabo de la calle literaria que fragmenta-
rismo, culturalismo, imposibilidad argumental como manifes-
de esos recopilatorios de un croner (sic) de la vieja escuela”. tación nítida de la crisis de identidad del narrador/narratario/
También Cristina Gutiérrez se decanta por la banda sonora autor escondido del siglo XXI, distanciamiento, sorna, senti-
sentimental, “cuyo tracklist está ordenado de forma auto- mentaloidismo y borrado concienzudo de fronteras entre géne-
biográfica”, y que, en otro sentido, —ahora otra vez propia- ros literarios y demás saberes (los sensibles de letras frente a los
mente literario— convierten según la misma autora a Javier cuadriculados de ciencias), son señas de identidad de los firman-
García Rodríguez en un DJ intertextual: tes de cualquier manifiesto pringado de nocilla. (Huerga 2011);
ni quien adivine posibles objeciones tras tal adscripción y
La identidad lectora de este narrador viajero y su gusto por la
glosa han hecho de él un ventrílocuo literario, un guardián de la replique, enriqueciendo la lista de reproducción de refe-
voces de otros autores que son las que conforman, junto a sus rentes e influencias: “La gran cuestión no es si untarnos
descripciones luminosas y extrañificadoras y sus referencias in- de nocilla o de mantequilla de cacahuete, y quien solo en-
terminables su propio ser, su visión poliédrica del mundo y los cuentre eso en estas páginas, las ha leído muy mal, o ha leí-
parajes norteamericano que nos presenta. El yo de Barra ame- do previamente muy poco. No conoce el Grand Tour por
ricana quiere ser todos los autores que cita (“No escribir como
él, sino ser él: tomar su nombre, vivir su vida…”), (…) es el el Midwest (y por el resto de USA) de Julián Marías, ni los
homo sampler perfecto sobre el que escribe Eloy Fernández Por- de Maeztu, Donoso y Paz Soldán, que García Rodríguez sí
ta. (Gutiérrez Valencia, 2012) conoce y continuamente cita, glosa, responde, como a Bau-
drillard, Franzen, David Lodge o Lorrie Moore…” (Mo-
Entre las voces reconocibles de ese sampleado estarían, para rán Rodríguez, 2012). Pero sin olvidar tampoco la decla-
Jara Calles (2012), además de David Foster Wallace, Da-
vid Lodge, David Lynch, Julee Cruise o Jonathan Franzen ración del autor (esta vez del que concede entrevistas) “No
en la tradición literaria norteamericana o Julio Camba (La estamos aquí para seguir escribiendo como siempre, como
otros, sino para exponer una manera de hacer nueva” (Gó-
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013