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mez 2011). Por lo que, además de esa cadena de influencias   de campus como yo. Era, claro, un bus de la Greyhound.

 y textos espejo exhibidos, la obra redunda en esa poética de   También había percibido cierta violencia latente en la esta-

 la negación y la denegación, que, como el ready-made de   ción de origen en otro pequeño estado con universidades de

 Duchamp, nos recuerda con frecuencia “Esto no es un rela-  la Ivy League. Anecdotario con el (im)pago de la factura y

 to” (117) “Esto no es un libro de viajes” (167). De ahí tam-  las propinas en un restaurante de Little Italy con riesgo (jo-

 bién el desengaño que encierran las expectativas psicalípti-  coso) de acabar bañándonos en el río calzados con unos za-


 cas del título “Barra americana no son las aventuras de un   patos de hormigón. Conatos de visitas y fotos en bibliote-

 académico en un club de striptease, sino el destape de una   cas, clubs de escritura y el Faculty Club, e incluso intrusión

 sociedad que alberga bibliotecas 24 hours” (Alonso Prieto   en un aula para fotografiar la clase apócrifa de mi autofic-

 2012, 72). O quizá no tanto, si, insistiendo en la imagen   ción en Harvard incluidas.

 texto-erótica, reparamos con José Manuel de Amo en que   El bar o metro literario: También he asistido a la versión

 “todo texto es una casa de citas” (Amo 2012, 112).   noctámbula del campus. También he visto un happening


 “¿Se puede tener nostalgia de algo que no te ha ocurrido   con escritores de vanguardia que se desnudan (simbólica-

 a ti?” —escribía Cristina Gutiérrez— “Leer BA desde los   mente) subidos encima de la mesa y gritan provocaciones

 lugares que relata, verlos con la mirada atravesada de lectu-  sobre el sistema (¿económico, narrativo?) que entusiasman

 ras, calibrar el realismo de lo que parecería inverosímil y la   o escandalizan a los asistentes, dependiendo de su orienta-

 imaginación invertida donde América pasaría por real, an-  ción textual. También he escuchado en la posterior tertulia

 ticipar la nostalgia que tendré después de irme” (Gutiérrez,   entrañables e increíbles historias familiares y americanas de

 2012). Solo que viajar o irnos ¿a dónde, de dónde?, porque   sus autores. He apuntado, titubeante, la que me correspon-


 “Ya no vivimos en parajes auténticos donde nacer, crecer,   de, con la esperanza de reconocer algún jirón de ella escrita

 en los que echar raíces (…); ahora —lo dicen los antropó-  un día en alguno de sus relatos.

 logos de la sobremodernidad— nos relacionamos con tex-  Hasta aquí el libro de viajes. En el libro, Koby Parris em-

 tos, con letreros que denominan no-lugares y los suplantan.   pieza el espectáculo: Covadonga Parres, una poeta-perfor-

 (…) Nashville, dices, y la boca te arde de sabor a Bourbon   mer recita —“como un estriptís en barra pero con la poesía”

 mientras oyes un banjo y una rubia belleza se convulsiona   (111)— largas tiradas de juegos de palabras lúbricos y pro-

 sobre el toro mecánico de tu fantasía” (Morán Rodríguez,   vocadores —como si la niña de El Exorcista te contara un


 2012).  chiste guarro (110)— antes de desgranar, ya apagados los

 ¿Se puede escribir o vivir algo que no has leído tú? Hard   focos, la historia de su vida futura como “profesora de Crea-

 Bar. El camp-us: Releo Barra Americana en el espacio de   tive Writing en cualquier universidad de tercera división”

 Barra Americana. Madame Bovary, c’est moi. He llegado a la   (112). Me emociona el personaje. Me resulta tan convincen-

 estación de autobuses de Boston con unos amigos y turistas   te que no parece de verdad. Desearía que no fuese real para






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