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dor y la consolidación de la democracia a principios de los   coronado de trozos de cristal” (130).

 ochenta. Sin embargo, de todos los aspectos nefastos de lo   Uno de los grandes méritos de este libro es que incluya

 que  Guillem  Martínez,  Ignacio  Echevarría,  Amador  Fer-  en su mirada crítica al propio autor —una dimensión con-

 nández-Savater y otros han identificado como la Cultura   fesional que contribuye a su fuerza persuasiva e integridad

 de la Transición (CT; Guillem Martínez (coord.), CT o la   intelectual—. Al señalar la ceguera ante lo que estaba ocu-


 cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española   rriendo, por ejemplo, Muñoz Molina es el primero en ad-

 (Madrid: DelBolsillo, 2012)) —“una cultura esencialmen-  mitir que esa condición le afectó tanto o más que a sus con-

 te ‘consensual’… que impone ya de entrada los límites de   ciudadanos. (“Demasiado tiempo había vivido absorto en

 lo posible: la democracia-mercado es el único marco admi-  mis imaginaciones, cómplice yo también de la larga irrea-

 sible de convivencia y organización de lo común”—, Mu-  lidad española” (238).) Lo que sin embargo llama la aten-

 ñoz Molina sólo identifica algunos. Coincide con Martínez   ción es que el autor se nos presente mucho más como testi-

 y compañía en señalar que la clase intelectual no ha estado   go del drama español que como actor en él. Es verdad que


 a la altura de las circunstancias; pero mientras que los cola-  explica que ha sido su posición como director del Cervantes

 boradores de CT se fijan sobre todo en los productores cul-  en Nueva York la que le ha permitido observar de prime-

 turales (cineastas, novelistas), Muñoz Molina enfoca en los   ra mano desmanes tremendos, “las barbaridades y los des-

 periodistas y “opinadores”. Martínez habla de la “desactiva-  pilfarros” de políticos y empresarios españoles (42) —sobre

 ción” de la cultura, gracias a la cooptación por el comercio   todo en lo que respecta a la autopromoción en el extranjero

 y el Estado: “Básicamente, la relación del Estado con la cul-  de los gobiernos autónomos—. Pero apenas reflexiona so-

 tura en la CT es la siguiente: la cultura no se mete en polí-  bre su propio papel como agente clave en la maquinaria de


 tica —salvo para darle la razón al Estado— y el Estado no   autopromoción de la nación y lengua españolas que es el

 se mete en cultura —salvo para subvencionarla, premiarla o   Cervantes o —cubriendo un período bastante más largo—

 darle honores—”. Por tanto, “en la CT desaparecen todos   como miembro prominente del mundo y mercado litera-

 los productos culturales problemáticos” al mismo tiempo   rios de su país. Es una lástima, porque me parece que una

 que la cultura se convierte en “una gigantesca máquina pro-  reflexión más extensa sobre su propia participación activa

 pagandística… de un sistema político: el sistema democrá-  en la cultura y las instituciones de la España democrática

 tico español”. Muñoz Molina acusa a “una parte de la clase   habría ayudado a profundizar el análisis de la crisis. Cuando

 periodística e intelectual” de “colaborar” en el parasitismo   Muñoz Molina escribe, por ejemplo, que “[l]a democracia

 de la clase política (231), aunque también reconoce los lí-  tiene que ser enseñada, porque no es natural, porque va en


 mites discursivos impuestos por el consenso postfranquista:   contra de inclinaciones muy arraigadas en los seres huma-

 “en cuanto uno intenta dar un paso fuera de los caminos se-  nos” pero que, en España, “[e]n treinta años de democracia

 ñalados corre el peligro de darse de bruces contra un muro   y después de casi cuarenta de dictadura no se ha hecho nin-






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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  1 , 2013
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