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que nos dividen exagerando nuestras diferencias políticas y   ble. Que la izquierda no sólo les apoye… sino que además

 culturales. El toque populista que este uso del nosotros con-  les imite… es un enigma que por cansancio yo he renuncia-

 fiere al libro sale reforzado por el hecho de que el autor se   do a explicarme” (79). “Pero esta gente no aprende nada”,

 presente como persona común. No escribe como experto   suspira más tarde a propósito del proyecto de EuroVegas

 en materia económica, política o cultural sino, simplemen-  (162).


 te, como testigo y ciudadano. Eso sí: un testigo privilegiado   Para el novelista, hay tres o cuatro factores principales

 —por haber viajado y haberse movido en círculos cercanos   que permitieron y fomentaron que España acabara como lo

 al poder— y un ciudadano que no cuestiona su propio de-  hizo: el bajo nivel moral de la clase política; ciertos aspec-

 recho al micrófono.  tos de la cultura ciudadana en España que se resumirían en

 La  primera  tarea,  descriptiva,  la  cumple  Muñoz  Moli-  una falta de formación y práctica democráticas; el “café para

 na admirablemente. Los pasajes más potentes del libro los   todos” del sistema autonómico; y, en los últimos diez años,

 constituyen los relatos —entre divertidos y patéticos— de   una obsesión enfermiza con el pasado —sobre todo los años

 los muchos desmanes de políticos y empresarios en “los años   de la República y la Guerra Civil—. Esta obsesión, se da

 del delirio”, cuando parecía que el dinero no se iba a acabar   cuenta ahora el autor, fue una “gratuita fantasmagoría” (12)


 nunca y España se codeaba con las naciones más poderosas   que cegó a muchos, el propio Muñoz Molina incluido, a la

 del mundo. Algunos de los episodios más extravagantes los   realidad de un presente que, en retrospectiva, abundaba en

 vivió el propio Muñoz Molina como miembro del consejo   indicios obvios de que las cosas no podían seguir así.

 asesor del Instituto Cervantes, a principios de los años no-  La tercera tarea, la exhortativa y didáctica, me parece la

 venta, y durante su mandato como director del Cervantes   menos  lograda.  Las  lecciones  que  cabe  sacar  del  desastre

 de Nueva York en la década siguiente. Otros abundantes   son, para Muñoz Molina, ante todo de carácter moral. Es

 datos y anécdotas los extrae de los periódicos de la época.  verdad que en varios momentos propone, de forma resumi-


 En lo que respecta a la segunda tarea, la explicación de   da y general, una serie de cambios estructurales más concre-

 esos excesos, Todo lo que era sólido es tal vez algo menos efi-  tos: reducir el número de ayuntamientos, suprimir las dipu-

 caz. No es que Muñoz Molina no identifique causas posi-  taciones provinciales y el senado, cerrar los canales oficiales

 bles; pero esas causas resultan relativamente superficiales,   autonómicos, gastar más en investigación científica y me-

 reducibles  a  las  malas  intenciones  e  instintos  egoístas  de   nos en “fiestas patronales o en subvenciones a partidos de

 grupos e individuos determinados. En algunos momentos,   fútbol, a corridas de toros, a procesiones religiosas” (222).

 parece que el autor prefiere el efecto retórico de la exaspe-  Pero mucho más que estas reformas administrativas le inte-


 ración a la opción de barajar hipótesis plausibles: “Que los   resa subrayar la necesidad de una serie de cambios profun-

 nacionalistas vivan subyugados por las mitologías patrióti-  dos de actitud: para que España funcione mejor como país,

 cas del origen y por la obsesión de la pureza es comprensi-  los españoles tienen que mejorar su comportamiento. Tie-






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