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lores, es el amor. Él lo sabía, lo había sabido desde que su vieja Pero quiero creer que Ferré cree en los sentimientos no
amante le regaló como despedida ese libro precioso, encuader- programados. En efecto, en la segunda parte de la novela,
nado en rojo y negro con primor artesanal, y le infectó con ese los dos amantes se escapan de la ciudad para refugiarse en
virus amargo y dulce a un tiempo […]. El amor al prójimo no
admitía escapatorias ni fugas racionales. El amor era, sin ningu- una casa de veraneo situada en la mítica isla de Martha’s Vi-
na duda, la vía más efectiva que se conocía en el mundo para ha- neyard (donde fue rodada la película de Steven Spielberg,
cer próximo al extraño, íntimo al desconocido. Debía pagar por Tiburón, obsesión de Álex). Además de las circunstancias
lo que había hecho. Debía pagar por traicionar con cada uno de muy “románticas” —y uso la palabra adrede— de esta esca-
sus actos el fin último del amor. (28-29) pada (van en coche por una carretera vacía, se alojan en una
En esta cita, DK define el amor como “la vía más efectiva casa de madera, en una isla desierta, y disfrutan de la dulzu-
[…] para hacer próximo al extraño, íntimo al desconocido”, ra del otoño para tomarse unos últimos baños), cabe seña-
es decir un proceso cuyo objetivo es la relación de los seres lar que, por primera vez, Álex sale de Providence, es decir,
humanos entre sí, o sea, lo contrario del individualismo (de del espacio estricto del programa, lo que favorece un cam-
paso, vemos que no es capaz de apartar de su vocabulario la bio de reglas:
idea de eficiencia: forma parte de su ser, su relación al mun- Ya nos estamos riendo los dos, cada uno de algo distinto, así es
do). No es que el amor llegue a definir un sistema político de ingenuo el amor, mientras no dejamos de avanzar costean-
democrático, aunque la democracia esté fundada en la phi- do el litoral de la isla y se diría que somos felices contra viento y
lia como recuerda por ejemplo el filósofo francés Bernardo marea […]. Alguien debería habernos inmortalizado entonces,
Stiegler (De la misère, 2012), pero por lo menos, se opone con una instantánea o una cámara de vídeo de baja definición,
alguna constatación visual de que eso existió, de que algo espe-
al principio de la filosofía (neo)liberal. cial sucedió entre nosotros durante la travesía marítima hacia la
De ello tenemos una prueba sorprendente, y ambigua a casa de la playa. (274)
la vez, en Providence, donde Álex logra enamorarse pese a
las reglas del programa. La relación que mantiene con Eva, En este contexto nuevo, Álex y Eva parecen enamorados
cuyo nombre no puede sino ser un guiño a la primera mu- “de verdad” (“así es de ingenuo el amor”), incluso “felices”,
jer de la humanidad (la segunda en realidad, si tomamos como nunca lo han sido hasta entonces. Además, Álex acos-
en cuenta a la tan a menudo olvidada Lilith) parece ser en tumbra a interponer entre él y la realidad imágenes (uso casi
efecto un contrapunto lírico al simulacro pornográfico so- sistemático de la cámara de vídeo, comparación de su en-
bre el que descansa la lucha por el poder entre las dos sectas: torno con fotogramas de películas, etc.) pero en este mo-
no corresponde ni al consumismo de sexo fomentado por la mento inédito de complicidad con Eva, no interfiere ningu-
Hermandad, ni al sexo orgiástico de la Iglesia. Y ello, pese a na imagen. Por primera vez, Álex echa de menos la imagen
que Eva sea agente de la Iglesia y parezca un simulacro, este- no como simulacro de la realidad sino como testigo de la
reotipo de la norteamericana rubia y rica a lo Paris Hilton. realidad, prueba de la verdad (“alguna constatación visual
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013