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enterradas “más profundo aún que los asesinados” y “nadie                                                               gos propios del fascismo europeo —de ahí, por ejemplo, el

         quiere remover” (“El botín franquista no se toca”).                                                                     éxito alcanzado por la noción de “régimen autoritario” de-

             En otro orden de ideas, la equivocación policial que plan-                                                          sarrollada por el sociólogo Juan José Linz— a cuyo forta-

         tea la tercera interpretación de Denis, infrecuente en un                                                               lecimiento contribuyen todos esos acercamientos ameniza-

         aparato represivo que “para desgracia de tantos que lo com-                                                             dos y asépticos que ocultan las realidades más sangrientas y

         probaron en carne propia, era sumamente eficaz en su tra-                                                               obliteran


         bajo” (El vano 32), aunque no descartable dado que “la sos-                                                                    la realidad de una dictadura que aplicó, con detalle y hasta el úl-

         pecha generalizada sobre el conjunto de ciudadanos facilita                                                                    timo día, técnicas refinadas de tortura, censura, represión men-

         los yerros” (33), se convierte a su vez en un artificio para                                                                   tal, manipulación cultural y creación de esquemas psicológicos

         alertar de otro posible tratamiento tramposo de la dictadu-                                                                    de los que hoy todavía no nos hemos desprendido por comple-

         ra: “podríamos caer, una vez más, en la denuncia del fran-                                                                     to. (32)

         quismo basada en el género esperpéntico (la incompetencia                                                                   Además de deshacer y rehacer los hechos pasados, otra

         policial, en este caso), acentuando los elementos más risi-                                                             estratagema usada por Rosa para articular su crítica y des-

         bles, la visión ridiculizante de un régimen que, antes que                                                              montar ciertos lugares comunes es rechazar (y las diferentes


         grotesco (que lo era y mucho) fue brutal” (31). En este sen-                                                            hipótesis biográficas forman parte de ello) la elaboración de

         tido, la novela critica, también, esa divertida imagen del                                                              personajes estereotipados. En primer lugar, evita la repre-

         pasado, casi de naturalismo folclórico, que parece haberse                                                              sentación idealizada del sujeto antifranquista: André Sán-

         consolidado en el subconsciente colectivo español:                                                                      chez, cabecilla de las protestas, y por ello mismo suscepti-



                El estrafalario lenguaje oficial, el generalito barrigudo y de voz                                               ble de prestarse a una fácil heroización, aparece aquí como
                tiplisonante que provocaba más risa que horror, la paranoia so-                                                  un individuo contradictorio, engreído, dogmático y agre-

                bre los enemigos de la patria, la demasía freudiana de los sacer-                                                sivo. De este modo, en la medida en que aparece como un

                dotes, las sentencias de muerte pringadas de chocolate con pica-                                                 sujeto antiépico, André suscribe, bajo mi punto de vista, el
                tostes, la épica caduca de los manuales escolares, la estética cutre

                del nacionalcatolicismo, los desmanes surrealistas de la censura.                                                juicio de la escritora Belén Gopegui cuando ésta dice que

                (32)                                                                                                             los relatos verídicos de los oprimidos “no conforman perso-
                                                                                                                                 najes con aura, con romanticismo, con potencia, sino que

         Esta representación, basada en ciertos aspectos pintorescos,                                                            esos relatos se impregnan de la opresión que narran” (párr.

         casi berlanguianos, consiste, según Rosa, en una mirada “di-                                                            19). En este sentido, agrega Gopequi, cuando se construye

         gerible” (pero poco nutritiva, se diría de acuerdo a su artí-                                                           la figura histórica de una manera mistificada, como así lo

         culo citado al comienzo) que se toma a la ligera el proceso                                                             ha hecho a menudo la memoria literaria española, “se habrá

         represivo. No en balde, una de las creencias generalizadas                                                              empezado a convertir lo insoportable en soportable” (párr.

         sobre la dictadura franquista es que no compartía los ras-






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