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ción en la producción cultural es una “inflación cuantitativa   En tono de broma, esta cita sugiere que la sobreabundan-

 y devaluación cualitativa” (19). El problema, según este crí-  cia de productos ficcionales ha llegado a provocar un “em-

 tico, no es la cantidad sino la calidad, es decir, no la ausen-  pacho” o una “indigestión” de memoria, pero no de una

 cia de relatos sino la propia idiosincrasia de los mismos. De   memoria rigurosa que recupere el pasado de forma crítica,

 modo similar, Txetxu Aguado, refiriéndose a la prolifera-  sino de otra des-sustanciada, falsa, al servicio de eso que lla-

 ción de publicaciones y al hastío que éstas hayan podido   ma “otro tipo de intereses.” Se trata, por ende, de un fenó-

 suscitar, sugiere que “lo que cansa no es tanto la temática   meno engañoso, delusorio, dominado por materiales super-


 en sí como la repetición de los mismos lugares comunes, de   ficiales, atractivos por fuera pero superfluos por dentro, así

 la puesta en escena de los mismos estereotipos” (11). Para   como engranados a beneficios o plusvalías que no son los

 este autor, la clave tampoco reside en que haya demasiadas   propios de la recuperación histórica.

 narraciones, sino en los tratamientos repetitivos y estereo-  De acuerdo con estos planteamientos, entonces, la me-

 tipados que se proponen. Otra crítica cultural, Jo Labanyi,   moria cultural que ha predominado en estos últimos tiem-

 considera que la abundante circulación de memoria convi-  pos, dentro del ámbito de la ficción, se ha caracterizado por

 ve con la persistencia de una “amnesia nacional,” y para ex-  su empobrecimiento cualitativo (Colmeiro), su abuso de es-


 plicar semejante contradicción apunta, entre otras razones,   quemas estereotípicos (Aguado), la continuidad subyacente

 a la fabricación consumista de una conciencia histórica “fal-  de una amnesia disfrazada de recuerdo (Labanyi), o su ex-

 sa” (158). En sintonía con estas propuestas, finalmente, el   ceso de miradas edulcoradas (Rosa). En consecuencia, pue-

 escritor Isaac Rosa, en un artículo publicado en El País, sig-  de decirse, se ha prodigado —y esto es justamente lo que

 nificativamente titulado “Empacho de memoria,” usaba un   denuncia El vano ayer— una forma de hacer memoria que,

 incisivo símil para referirse a la paradoja que nos ocupa:  materializada mayoritariamente en novelas light, best-sellers

 Algunos empezamos ya a estar un poco empachados. No   o series televisivas de masas, y constituida a base de forma-


 es que estemos saturados de memoria, nada de eso. Pero sí   tos entretenidos e ideológicamente suavizados (nostálgicos,

 empalagados por todo tipo de sucedáneos que, como go-  sentimentales, épicos, costumbristas, románticos), cabe ca-

 losinas, engordan pero no alimentan, engañan al hambre   lificarse de insuficiente, de baja intensidad o, parafraseando

 y hasta saben bien, pero no son muy recomendables desde   el título de la primera novela de Isaac Rosa, de “mala” me-

 el punto de vista nutricional. Trasladado el paralelismo ali-  moria (La malamemoria es una novela primeriza que el pro-

 menticio al debate sobre la memoria, uno tiene a veces la   pio Rosa “exhuma” y reedita más adelante, para burlarse de

 sensación de que, entre bocado y bocado, le cuelan cucha-  ella, bajo el significativo título de ¡Otra maldita novela sobre

 radas de sucedáneo que poco tiene que ver con la recupera-  la Guerra Civil!).
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 ción de la memoria, y sí con otro tipo de intereses (“Empa-


 cho de memoria”).  3   ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (2007) es una reescritura de






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