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Como parte de una misma experiencia estética urbana de acusados de corrupción, articulación de mecanismos demo-
la crisis, en las jornadas de junio de 2012, entre las formas cráticos para vigilar el funcionamiento de las instituciones
que generaba el capital en su contraflujo (cajeros vacíos, públicas, transparencia en el gasto público, lucha contra el
empresas desaparecidas, grupos de personas en los contene- fraude fiscal, banca pública, programas de racionalización
dores al cierre de los supermercados, cambios poderosos en del stock de viviendas...) se encontraron con la falta total de
la sociología del consumo...) también era posible verificar la escucha por parte de los representantes políticos democrá-
existencia de otro lenguaje. Por las avenidas principales de ticos. No sólo no les hicieron caso, sino que hicieron justo
Madrid, entre la nueva indigencia y los espacios vacíos, pu- lo contrario de lo que les pedían. En el entretiempo, la re-
lulan los fantasmas del aniversario del movimiento 15-M, presión policial aumentó duramente. El 31 de diciembre de
nombre que recibieron las revueltas cívicas que, en mayo 2011 se licitó la compra de un millón y medio de euros en
de 2011, ocuparon masivamente las plazas públicas de to- gases lacrimógenos (BOE), cantidad que fue incrementada
das las ciudades españolas instalando campamentos, asam- en diversas partidas, y varias personas han perdido ojos por
bleas, talleres y foros, y reclamando pacíficamente a los po- disparos de balas de goma (Carranco). Se discute limitar los
deres públicos una reforma estructural de las instituciones derechos de reunión y manifestación y se multiplican las
democráticas. Sus propuestas (inhabilitación de políticos denuncias de palizas y agresiones policiales en comisaría, así
como de detenciones ilegales.
Las sucursales vacías se pueblan de carteles y de anun-
los imaginarios sociales, tal y como son percibidos por los profesionales cios. También los fantasmas del 15-M están en los escapara-
de la pobreza, mediante los cuales combaten los prejuicios sociales sobre tes. Translúcidos, gracias a ellos vemos algo más que un in-
su oficio. Si un sentido común extendido asocia pobreza e inmigración,
los indigentes se esfuerzan en resaltar su españolidad frente a otros com- terior vacío, que una vez estuvo lleno de fondos. Vidrieras
petidores. Si se suele afirmar que el que pide es porque no quiere traba- de una política por venir, pasa la luz a través de carteles, pe-
jar, otros carteles piden limosna o trabajo, aluden a un trabajo anterior gatinas, panfletos superpuestos o medio arrancados. Tam-
o explican las circunstancias que impiden trabajar. Parecería que el ima- bién hay graffiti y fantasmas de graffiti en las paredes: “Qué
ginario político de estos homeless resulta muy conservador: así perciben
ellos el sentido común más extendido de la sociedad de la que viven. pasa con mi beca”, “Ladrones”, “Madrid=Mordor”, “Fuego
Otro elemento a tener en cuenta es que la entrada en la pobreza no sólo camina conmigo”. Inquietan esas pintadas desteñidas, fan-
no destruye el imaginario de la sociedad sino que lo recrea, como parte tasmales [fig. 4]. El río del lenguaje del 15-M, con su des-
de un típico proceso quijotista. Como enseña la lectura de La Horda de cripción alternativa de la realidad, con su capacidad de ima-
Blasco Ibáñez, el mundo de la pobreza resulta profundamente clasista.
Por último, una estrategia típica de los medios de comunicación de ma- ginar utópicamente (en el sentido más noble y radical del
sas en esta crisis consiste en extremar las condiciones de exposición a la término) otro mundo y pragmáticamente otro imaginario
intemperie de los pobres que muestran, para dejar al espectador el últi- de la crisis (y una vida post-crisis), reaparecía puntualmente
mo consuelo de saberse a salvo de las mismas (“no estoy tan mal”), aún en las calles. Es un río virtual, que continúa por redes so-
por el momento.
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013