Page 374 - Revista1
P. 374
que se abrieron sus diez sedes peninsulares. Aunque el fe- cos, incapacidades físicas y necesidades urgentes. Reapare-
nómeno sea global, su marketing en España respondía a cen así tipos sociales de hacía décadas por más que muchos
las condiciones específicas del modelo de crecimiento espa- comentaristas lo reduzcan a una simple homologación del
ñol, como ahora al de su crisis. Ikea prometía que, con sus paisaje urbano español con el aspecto postfordista de las ur-
muebles, era “tu casa, tu reino” y que te ayudarían a fundar bes anglosajonas (Davis), como hace Carlin: “no se ven más
la “república independiente de tu casa” (que “a pesar de ser mendigos en las calles que en una ciudad económicamente
una república, puede tener un rey, o una reina”), lemas vi- boyante como Londres”.
gentes hasta después de 2011. En mayo del 2012, Ikea pro- En ese contexto, los cambios sucedían por semanas y, en
mocionaba en España sus complementos bajo otro signi- julio de 2012, era posible registrar la aparición de un tipo
ficativo rótulo, “tu revolución empieza en casa”, mientras nuevo, de resonancias hidalgas: un hombre solicita limosna
que sus sedes funcionan como comedores sociales, debido y trabajo vestido con un polo de Lacoste (Alsedo), como di-
al bajo coste de sus restaurantes, donde una familia puede ciendo yo pido dinero porque tengo necesidad, pero no me con-
comer albóndigas por un euro (El Heraldo). En la primave- fundáis, por favor, con un pobre sociológico. Yo estoy pobre por
ra de 2013, hubo un cierto escándalo, debido a la presen- culpa de la crisis, pero no lo soy por naturaleza. Añade en su
cia de carnes no declaradas en dichas albóndigas, lo que no cartel “español”. La redacción de la noticia refuerza esta lec-
ha reducido la popularidad de los comedores sociales de Ikea: tura (“Los mendigos de la Castellana ya llevan Lacoste. La
“prefiero que mis hijos coman carne de caballo en el Ikea a miseria ya atrapa a la clase media”). Si el cocodrilo del logo
10
comida de la basura” (Moreno).
Otro proceso, global (la subida del precio del oro), ajus- 10 Esta lectura semiológica puede parecer interesante, aunque bastante
taba sus manifestaciones glocales en verano de 2012. Desde aventurada. Alguien podría pensar, con razón, que hay múltiples razo-
Madrid hasta cualquier pequeña capital de provincia, como nes que pueden explicar que un pobre lleve un polo de Lacoste (un rega-
Pontevedra, el único negocio en expansión parecía ser el de lo, una compra en una tienda de objetos usados, una imitación vendida
por un inmigrante o comprada en un mercadillo de la calle, etc.). Todo
las tiendas de empeños, de característicos letreros amari- eso es cierto. Sin embargo, la noticia de El Mundo es la que construye esa
llos y hombres-anuncio gritando “compro oro”, invitando lectura. Con independencia de las verdaderas razones por las que lleve un
a vender la última pieza de valor, el anillo de boda, las me- polo de Lacoste, este tipo es una mitología de la crisis, una figura imagi-
dallas de la madre, las riquezas privadas, actos de despose- naria. Él mismo contribuye a esa lectura a disfrazarse así. Un Lacoste en
la Castellana de Madrid no es un signo neutro y en el oficio del mendi-
sión íntima que encuentran su contrapunto para lo público go vestirse es todo un arte, como supieron mostrar los clásicos en Rin-
en los recortes masivos en sanidad y educación. Otro ejem- conete y Cortadillo o El Buscón, y como quizá vuelva a pensarse en nues-
plo de cómo se manifiesta la crisis en la experiencia urba- tros días. Una maravillosa y temprana película de Alberto Rodríguez (El
na: el cierre de centros de atención de día y de clínicas ha Traje 2002) se plantea de nuevo este problema cruzando inmigración,
distinción, pobreza y racismo: un inmigrante subsahariano en España
enviado a las calles a personas con problemas psiquiátri- recibe como regalo de un rico empresario afroamericano un traje de lujo
con la promesa de que el modo de vestir ha de cambiarle la vida.
374 375
Revist a de alces XXI Número 1 , 2013