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fue la enseña de cierta clase media, o media-alta, propietaria
y, frecuentemente, rentista, que se imaginaba triunfadora
en las escaramuzas de la especulación inmobiliaria (pido un
crédito, me compro un piso, lo vendo el próximo año por el
doble, vuelvo a hacer lo mismo al año siguiente, o lo alqui-
lo y con el alquiler voy pagando la hipoteca...), ese mismo
signo se ofrece hoy en la vía pública como metonimia de
la caída en desgracia, del giro insospechado en la rueda de
Fortuna que, como este hombre confía (pues se ve a sí mis-
mo como un emblema moral de la crisis), debería mover a la
piedad y la caridad cristiana... y no al escarnio o a la risa. En
los últimos meses, programas de telerrealidad y de periodis-
mo “a pie de calle”, como pueden ser Callejeros de Cuatro,
Comando actualidad de TV1 o Salvados de La Sexta, ofre-
cen el espectáculo de las configuraciones y reconfiguracio- Fig. 3. Por encima de las posibilidades. Zona Azca, Madrid, 24 ene.
nes de la pobreza, de los distintos umbrales de necesidad y 2013. Fotografía del autor.
de sufrimiento que personas provenientes de mundos muy
distintos atraviesan, al mismo ritmo que crecen las cifras de Usando irónicamente los símbolos de las quimeras que ha-
parados. brían empobrecido al país, este hombre reclama una pobre-
En tal narrativa, como digo, ocupa un papel central la za anterior a la crisis, y, por lo tanto, una pobreza inocente.
problemática inserción de personas provenientes de las cla- No me confundáis con ese tipo que anda por ahí pidiendo con un
ses medias o acomodadas en la cultura de la pobreza. En Lacoste, parecería decirnos. Como un Diógenes moderno,
enero de 2013 otra imagen, irónica, expresa esa total trans- se ríe de los vanos espejismos que cegaron a buena parte de
formación del territorio de la indigencia: un hombre, que las clases rentistas, hoy víctimas también –Madres Coraje–
pide dinero, pide una limosna “para comprar un chalet en de los desahucios y de las restricciones propias de esa vida
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Marbella y un Ferrari” [fig. 3]. de pobre.
11 Este fenómeno puede parecer extraño, el de la lucha por la distinción
dentro de la pobreza, pero es consustancial a las culturas del pauperis-
mo. Se puede interpretar como la competencia por un número reduci-
do de recursos a través de la teatralización de las expectativas sociales. En
los cartones usados para pedir limosna hay toda una puesta en escena de
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013