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Como podemos constatar, el proyecto de la “ciencia” económi-  dicalmente en el problema mismo de la posibilidad material de
 ca —según la expresión de Paul Lafargue en La religión del ca-  la existencia del mundo embarcado en tal movimiento. De he-

 pitalismo puede desligarse de las representaciones modernas de   cho, la imposibilidad ha quedado ya perfectamente demostrada

 la razón como instrumento privilegiado del cálculo egoísta, en   por todo el conocimiento científico separado, que ya no discu-
 otras palabras, como autoridad natural capaz de orientar al su-  te sino el plazo que queda y los paliativos que, de aplicarse con

 jeto sobre su “propia utilidad” (Spinoza) y ordenar en su prove-  firmeza, podrían alargarlo un poco. Una ciencia semejante no

 cho el tumulto de las pasiones. Es esta idea filosófica —muy di-  puede hacer otra cosa que acompañar en su camino hacia la des-
 ferente a la del “Logos” antiguo— la que permite, por ejemplo,   trucción al mundo que la ha producido y a cuyo servicio está;

 comprender la inquietante observación de Hume según la que   pero ella se ve obligada a recorrer ese camino con los ojos abier-
 “no es contrario a la razón preferir la destrucción del mundo   tos: con lo que muestra en grado caricaturesco la inutilidad del

 entero a un rasguño en mi dedo”. Explica también que Engels   conocimiento sin empleo.

 haya podido ver en el triunfo de esta razón el “reino idealizado                          Guy Debord,
 de la burguesía”.                                                               El planeta enfermo,

 Jean Claude Michea,                                                                 Anagrama, 2004.

 La escuela de la ignorancia, Acuarela libros, 2002.

         Esta creciente desconexión en el seno de la razón, entre la

         razón pura y la razón instrumental, es con toda seguridad la
 La época que posee todos los medios técnicos para alterar total-  responsable de su desprestigio actual entre numerosa po-

 mente las condiciones de vida sobre la tierra es también la época
 que, en virtud del mismo desarrollo técnico y científico separa-  blación occidental, y explica el motivo de que tanta y tanta

 do, dispone de todos los medios de control y previsión matemá-  gente que se beneficia a nivel práctico de sus logros técnicos
 ticamente indudable para medir por adelantado adónde lleva   (viaja en avión, conduce su coche, teclea su móvil, ve la TV,

 —y hacia qué fecha— el crecimiento automático de las fuerzas   navega en su monitor de plasma) rastree cada vez más, en

 productivas alienadas de la sociedad de clases: es decir, para me-  una búsqueda un tanto desesperada de respuestas, el amplio
 dir el rápido deterioro de las condiciones mismas de la supervi-

 vencia, en el sentido más general y más trivial de la palabra.   escaparate de las creencias ajenas, en una fuga a menudo ba-

 Mientras los imbéciles pasadistas siguen disertando todavía so-  nal e incluso ‘consumista’ hacia lo oriental, lo esotérico y lo
 bre (y contra) una crítica estética de todo eso, creyéndose lúcidos   sobrenatural.

 y modernos porque fingen adaptarse a su siglo, declarando que
 Sarcelles o las autopistas poseen una belleza peculiar, preferible   Otra Breve Historia de la Humanidad:

 a la incomodidad de los “pintorescos” barrios antiguos, u obser-  Infinidad de hombres y mujeres con talento y casi siempre con

 vando seriamente que el conjunto de la población come mejor   desinteresada pasión inventando, descubriendo, creando, am-
 que antes, por más que digan los nostálgicos de la buena coci-  pliando los horizontes del conocimiento, la sensibilidad y el de-

 na, el problema del deterioro de la totalidad del medio natural y   leite, para que una minoría interesada de hombres y mujeres

 humano ha dejado ya completamente de presentarse en el plano   sin talento vayan decidiendo, época tras época, qué es lo que se
 de la supuesta calidad antigua, estética o no, para convertirse ra-  va haciendo con todo eso. Y entre ellos, el magma poblacional,








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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  1 , 2013
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