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No resulta difícil de entender, pues, dentro de su lógica eco-  tal, etc. Es lo que se vino a denominar posmodernidad.

 nómica y su miseria estratégica, la manera de actuar y pen-  Si bien este cuestionamiento estaba más que justificado

 sar de esta casta dominante, y su firme adhesión a nuestros   tras el evidente fracaso de la idea del progreso humano (más

 Tres Mitos. Sin embargo, ¿qué pasa con el resto de la gen-  de 60 millones de muertos sólo en la II Guerra Mundial), y

 te? ¿Realmente hemos incorporado esta fe tan interiorizada-  permitió además el reconocimiento de otras formas de pen-

 mente como para no ponerla en cuestión ni por un segun-  samiento más allá del positivismo patriarcal occidental (fe-

 do?     minismo, ecologismo, respeto a otras culturas, etc.), resulta


         sin embargo trágica la digestión que de todo ello se ha he-
 Los imbéciles creen que todo está claro cuando la televisión les   cho a través del espectáculo y del nuevo pensamiento único

 muestra una bonita imagen y la comenta con una mentira des-  que éste supone. Pues en este cuestionamiento escéptico y

 carada. La élite de medio pelo se conforma con saber que casi
 todo es oscuro, ambiguo, “montado” en función de unos có-  necesario que ejercieron los primeros posmodernos encon-

 digos desconocidos. Una élite más restringida quisiera saber la   tró el capitalismo el resorte intelectual y emocional perfecto

 verdad, muy difícil de discernir en cada caso particular, a pesar   para justificarse, y al mismo tiempo desmoronar para siem-
 de todos los datos reservados y las confidencias de que dispo-  pre (esa es su intención, y de ahí ese presuntuoso canto al

 ne. Por eso desearía conocer el método de la verdad, aunque su   fin de la historia) todas las luchas, todo lo que suponía una
 amor a la verdad sea, por lo general, un amor infeliz.  resistencia a su avance, todo lo que anteriormente confor-

 Guy Debord,

 Comentarios sobre la sociedad del   mó sociedad y cultura. El resultante de todo esto es la ac-

 espectáculo, Anagrama, 1999.  tual creencia de que nada puede creerse, de que todo es re-
         lativo, de que somos tan inteligentes que ya vamos de vuelta

 Tal vez en esta lúcida descripción de Debord reside el quid   de todo.

 de la cuestión, el trasunto fundamental que enturbia el en-  Entonces,  ¿es  toda  la  clase  media  del  así  llamado  pri-


 tendimiento del hombre moderno: ¿existe una verdad? ¿exis-  mer mundo nihilista y cínica de manera plenamente asu-

 ten unos valores morales universales y exigibles? ¿Son el ni-  mida? ¿Han cuajado los nuevos mitos ya sin remisión? ¿Es

 hilismo y el cinismo dos posturas legítimas ante la vida y el   así,  o  más  bien  permanece  en  estado  de  letargo,  sumida

 mundo? Efectivamente, tras el fracaso colectivo que supu-  en él por las fuerzas invasivas del “espectáculo”, permanente-

 sieron las dos guerras mundiales del pasado siglo, muchos   mente embaucada por la naturaleza seductora del capitalis-

 pensadores comenzaron a poner en tela de juicio los princi-  mo consumista, perpleja y atenazada ante la progresiva ato-

 pales postulados de la modernidad que supuestamente los   mización de la sociedad? Yo sospecho que es más bien lo


 había llevado hasta allí: la verdad científica, los valores uni-  segundo, pues la percepción de una humanidad nihilista

 versales, las aspiraciones de justicia, la prepotencia occiden-  por naturaleza me es demasiado desalentadora para asumir-









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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  1 , 2013
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