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Que el narrador opine sobre Julián Sorel y el papel de los tirse utilizar a su gusto. Como profesional de la crítica que
trepas en la literatura no le origina ningún reparo antidi- me considero no estoy acusándome ni acusando a nadie de
dáctico. Sin embargo que ese mismo narrador opine sobre charlatán ni de practicar el arte del birlibirloque pero tam-
Stalin y la historia de la URSS no deja de causarle profundo poco sería bueno olvidar aquella escena de las Ilusiones per-
repelús literario. Ejemplo de esa esquizofrenia tan común, didas de Balzac en la que el protagonista pergeña con idén-
sostengo, en la crítica de izquierdas que cuando escucha a tico rigor y eficacia tanto la crítica positiva como la negativa
Settembrini discutir sobre la vida y la muerte o el bien o el de un mismo texto.
mal en La montaña mágica asiente reconfortada con la ca- Si hemos elegido recomendar esta novela no es en fun-
beza su bondad literaria pero que sufre espanto y enojo es- ción de ningún canon ni de ninguna historia formalista de
tético cuando a algún Settembrini rojo se le ocurre hablar la literatura, pues bien sabemos que cualquier posible histo-
de cómo hacer o no hacer la revolución. ria dependerá de las posiciones ideológicas desde donde se
El recomendar la lectura de esta novela no pasa por el en- escriba. Recomendamos esta novela porque nos parece una
comio de sus valores literarios. Sin duda se puede afirmar novela adecuada para servir al cumplimiento de ese que-
y argumentar que no carece ni mucho menos de eso que la rer hacer la revolución en el que se enmarca nuestra inter-
crítica humanista, es decir la crítica realmente existente, ha vención y es esta además una elección que responde a una
venido proponiendo e imponiendo como valores literarios. concreta estrategia cultural en cuanto que está encaminada
No le faltan tampoco pruebas de lo que los ínclitos forma- a debilitar las resistencias que el imaginario “hacer la revo-
listas llamaron la especificidad del lenguaje literario. Pero lución” viene encontrando entre aquellos miembros de las
no se trata de eso. fuerzas de la cultura que, aun inscritos en las llamadas cla-
Sinceramente he de reconocer que tengo serias dudas so- ses medias, como consecuencia de los procesos de descla-
bre la posibilidad de poder separar en un texto unos preten- samiento ya comentados, estarían objetivamente en condi-
didos valores “literarios” de otros posibles valores no lite- ciones de aceptar la revolución como horizonte de trabajo.
rarios y creo que la falacia pedagógica de diferenciar forma Desde mi punto de vista el núcleo duro de esta resistencia
y contenido es causa de los mil y un malentendidos que se residiría en la dimensión extraordinaria que ha alcanzado la
producen cuando se habla de literatura y sociedad, al igual construcción fenomenológica del yo en tanto centro y cír-
que la falacia teológica de separar cuerpo y alma no hizo culo de toda verdad. Ese yo que responde a una construc-
sino crear confusión y culpa. Me aparece además razonable ción humanista de un yo metafísico que hunde sus raíces
sostener que el comentario de textos ya en plan pre o post- en el “Yo soy el que vale” de Guillermo de Ockham y en el
moderno, ya en plan pre o postestructuralista, ya en plan “Pienso luego existo” cartesiano y que tras siglos de indivi-
pre o post semiológica no deja de ser un recurso de sofis- dualismo humanista parecen haber logrado sólida instala-
ta que cualquier crítico medianamente hábil puede permi- ción en nuestra conciencia a modo de pin o contraseña de
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013