Page 254 - Revista1
P. 254
cer un uso autónomo de su propio entendimiento) un tri- presentarnos el mundo como el trasfondo por el que pasea-
bunal más alto que la tradición y las costumbres. En este mos sin quedar demasiado afectados por él; a representar-
sentido, ser libre significa ante todo poder enmendar la pla- nos el mundo más bien como una especie de decorado en el
na a los dioses: poder decir que ni el mundo ni las normas que actuamos sin que nos roce. En estas condiciones, claro
de los ancestros son como deben ser. Por lo tanto, asumir la está, preguntar por uno mismo, por la propia identidad o
responsabilidad de servirse del propio entendimiento sin la por la constitución del deseo nos conduce de un modo casi
guía de otro es, en definitiva, reconocer en uno mismo una automático a un repliegue hacia el interior y a un ejercicio
autoridad superior a la de los dioses. de introspección para intentar encontrar la respuesta.
Ahora bien, hay ante esto un atropello recurrente que ca- En la representación que nos hacemos de nosotros mis-
racteriza a la Modernidad en una de sus versiones (en esa mos en la vida cotidiana, nos tiende a parecer autoevidente
versión, característica del capitalismo liberal, que termina que, si queremos indagar algo en nuestra persona, no hay
triunfando sobre el republicanismo democrático): desde el más estrategia posible que, por decirlo así, mirar hacia den-
momento en que la Razón se sabe soberana irrumpe la ten- tro. Se trata, sin duda, de un supuesto totalmente insoste-
tación de creerse autora. nible. En efecto, incluso el psicoanálisis, que es la disciplina
En efecto, los sujetos modernos, o al menos nosotros, los en la que más pudiera parecer que todo se desenvuelve en
habitantes de la Modernidad triunfante (que no es la úni- un juego del psiquismo consigo mismo (un juego relativa-
ca Modernidad posible), vivimos bajo la tentación constan- mente indiferente a los acontecimientos del mundo), evi-
te de pensarnos como autores de nuestra propia identidad, ta perder de vista que toda la estructura psíquica, incluso
nuestra propia constitución y nuestro propio deseo. En efec- en sus mecanismos más elementales, se constituye por refe-
to, tendemos a pensar nuestra identidad como algo comple- rencia a las posiciones básicas del mundo exterior. Es cier-
tamente interior y personal, producto de la propia voluntad to, sin duda, que este mundo exterior en el psicoanálisis
libre y más o menos ajena a cualquier acontecimiento exter- coincide básicamente con los estrechos límites del núcleo
no. Ciertamente, tendemos a representarnos de un modo familiar. Sin embargo, claro está, este carácter restringido
enteramente auto-constituido por nuestra voluntad autó- del mundo por referencia al cual se organiza el propio psi-
noma. De hecho, somos capaces incluso de representarnos quismo no constituye en absoluto un presupuesto restricti-
naciendo y creciendo de un modo completamente aislado vo del psicoanálisis (que le pudiera ser imputado) sino una
(por ejemplo, encerrados en una habitación vacía) y, sin em- característica esencial del mundo mismo en el que transcu-
bargo, imaginando que, por largo que fuese el aislamiento, rre la infancia. En cualquier caso, lo que es insostenible des-
(incluso si incluyera la infancia y la adolescencia), el resul- de cualquier punto de vista es ese supuesto de autonomía
tado al abrir la puerta siempre sería el mismo: más o menos autoconstituyente según el cual todo lo relativo a la cons-
nos encontraríamos con nosotros mismos. Tendemos a re- trucción de nuestra propia persona se jugaría de puertas a
254 255
Revist a de alces XXI Número 1 , 2013