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pital financiero y la crisis no resulta ser sino una etapa ín- blica (¿de la democracia o de la libertad?) con gorro frigio
tegra de un sistema que le permite regenerarse. La crítica a y escarapela, capa roja y rasgos masculinos, que mira hacia
las falsas apariencias es la clave del andamiaje de gran parte atrás en actitud de disimulo. La alegoría de la libertad no es
de los dibujos de El Roto: desde el campo léxico de las apa- aquí sino un espejismo. En realidad, la capa, que se parece
riencias, declinado en varias viñetas, hasta todas las metá- a un manto corto cardenalicio de color púrpura proporcio-
foras barrocas del teatro, la puesta en escena, la brujería o na otra pista de interpretación. El modelo parece ser el del
el juego reactivadas desde la “sociedad del espectáculo” re- Cardenal Winchester, en un cuadro francés Jeanne d’Arc avec
gistrada hace ya décadas por Guy Debord. El motivo se ha le Cardinal Winchester de 1824, pintado por Paul Delaro-
utilizado desde los orígenes de las críticas al capitalismo: un che, símbolo de la “bestia escarlata” que interroga a Juana
antecedente gráfico que viene a la memoria es el fotomon- de Arco en su celda. El texto puesto en su boca juega, como
taje “Capitalismo popular” realizado en los años 50 y publi- la imagen, con las expectativas del lector: “conviene cam-
cado en American way of life (1977) por Josep Renau, en el biar a los ministros de vez en cuando/, para que parezca que
que una mano femenina delicada descorre el telón de colo- son otros”. La paradoja, que es también guiño intertextual
reados rascacielos neoyorkinos que sobresalen sobre un cie- a El gatopardo de Lampedusa, es conceptual: cambiar para
lo azul, para revelar la realidad sórdida y gris de un interior guardar los mismos sin que se vea. La frase no solo cuestio-
miserable, en el que una mujer desalentada está en la postu- na la endogamia social y cultural de la clase política sino su
ra del pensador de Rodin. verdadero papel: siendo los ministros ante todo un rol (el
En la obra de El Roto, el telón alzado es psicológico: es de títeres del mundo financiero), su identidad no importa.
el de la autocensura de los poderosos, y se expresa lingüísti- [fig. 4]
camente. Dos viñetas me parecen emblemáticas. En la pri- Contra la proximidad de unos y otros (izquierda socialis-
mera, unas de las viñetas liminares, un financiero cincuen- ta y derecha popular) también se yergue J. R. Mora en “Tú
tón, en plano americano y de frente, delante de su coche eliges” por medio de la metáfora visual de las pastillas cu-
de lujo, desafía al lector: “Pues sí… los bonos, las titulacio- rativas, roja y azul, partidos políticos entre los que los ciu-
nes, y todo eso eran una ficción, pero ¿a que parecía real?”. dadanos pensaban poder elegir al escuchar programas dis-
Quien hizo de la economía (y por consecuencia de la vida tintos durante la campaña electoral. Después de ésta, ya no
de muchos) un campo de juego a través de la especulación hace falta ocultar que las pastillas eran un “placebo”: no solo
bancaria juzga su trabajo por medio de criterios estéticos y los partidos eran idénticos—a pesar de los abanderamien-
saca de su talento para el simulacro cierto orgullo, en vez de tos (colores) diferentes—, sino que, además, ni el uno ni el
tener remordimiento (13). En la segunda, el dibujo juega otro tiene intención de cambiar nada en un sistema enfer-
con una cita intericónica culta. Se da la palabra esta vez a lo mo (Mora, 19/04/12).
que podría parecer a primera vista una alegoría de la Repú-
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013