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prender del comentario anterior. Es decir, me parece autoe- ‘régimen representacional’ me refiero a la relación entre re-
vidente que el estado habitual del artista es el heterónomo, presentación cultural y representación política, el momen-
aunque lo que pueda entenderse específicamente por ello to posmoderno se ubicaría en los cambios que tal régimen
varíe no sólo con el paso de la sociedad de corte a la socie- experimenta cuando el diseño característico de los “treinta
dad de mercado, sino, también, en función de los proyec- años gloriosos” se transmuta en el de la reacción neoliberal.
tos inscritos en las diferentes posiciones literarias y artísticas Sentado esto, la tesis de Bell —lo posmoderno como culmi-
del momento. Volveré sobre estos contenidos en la próxima nación de lo moderno— no me convence si la tomamos es-
sección. trictamente en los términos del autor. De hecho, creo que
Como es de sobra conocido, yendo ahora al tercer pun- la tesis expresa cierta ansiedad provocada por la posibilidad
to, la ruptura o posible continuidad entre modernismo y de que la organicidad que encontramos en ciertas versio-
posmodernismo ha sido tema ampliamente debatido sobre nes del arte modernista —surrealismo y situacionismo, por
el que no hay consenso. Por mi parte, no me parece apro- ejemplo— respecto de proyectos políticos revolucionarios
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piado utilizar el término ‘posmodernidad’ para indicar que se traslade a expresiones artísticas de alcance masivo. Por
la época moderna, ya periclitada, ha dado paso a una nueva este motivo, si observamos el asunto desde la perspectiva
fase histórica superadora de las esperanzas y las tribulacio- del presente, parece razonable sugerir que el posmodernis-
nes específicamente modernas. Ahora bien, el término qui- mo funciona mejor como etiqueta de la reacción político-
zás pueda ser útil —aunque sólo el tiempo lo dirá— para cultural en defensa del capitalismo que Bell propone, que
caracterizar cómo se han percibido transformaciones de in- como avanzada de una renovada cultura política de la iz-
terés en el funcionamiento de los media y, junto con ello, quierda—o sea, de una cultura que autónomamente decide
en las relaciones entre política y cultura —asuntos que son ser heterónoma u orgánica respecto de un proyecto político
preocupación central de este escrito—. En definitiva, al ha- de reconstrucción democrática de la sociedad—. Pero esta
blar de posmodernismo estaríamos hablando en el fondo última apreciación incorpora una invitación que será mejor
de mudanzas en el régimen representacional que caracte- entendida al concluir este trabajo.
rizó al capitalismo fordista. Y puesto que con la expresión Mientras tanto, para terminar esta sección, presentaré al-
gunas conclusiones derivadas de una valoración crítica del
13 El libro recogido en la bibliografía que Perry Anderson dedica a los programa de Bell. Lo primero a considerar es la visión de la
orígenes de la posmodernidad me parece el texto más adecuado para en-
trar en el tema. Como Anderson explica, este trabajo comenzó como un sociedad que nos ofrece el autor, básicamente una variante
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prólogo a una serie de artículos de Fredric Jameson que terminó publi- del modelo liberal. Así, sobre el trasfondo de la distinción
cándose con el título de The Cultural Turn. La redacción se fue alargan-
do y al final acabó en forma de libro separado. No obstante, la presenta-
ción de Anderson presupone los trabajos de Jameson, autor que enfatiza 14 Si, por ejemplo, comparamos esta visión con la de Ortega y Gasset,
la discontinuidad entre modernidad y posmodernidad en base a cam- tal como la presento en el artículo recogido en la bibliografía, será fácil
bios estructurales en el capitalismo. percibir parecidas preocupaciones y soluciones.
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013