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proponentes del fin de las ideologías, nos comenta a la al- Pues bien, en este contexto es en el que Bell asegura que la
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tura de los años setenta del pasado siglo que hay un des- preeminencia de la cultura sobre las otras esferas de la vida
ajuste entre cultura y sociedad; a resultas del cual, la idea de social se ha convertido en el dato característico de la socie-
cambio y novedad trasciende con mucho las posibilidades dad occidental. Asimismo, adelanta que se trata de una co-
reales de cambio (17). Así, la esfera económica está cons- yuntura complicada debido a previsibles repercusiones de
treñida por los costes financieros y los recursos disponibles. carácter político. Para entender este comentario hay que to-
Igualmente, cualquier pretensión de innovación en la esfera mar en consideración que una década antes, en 1960, cuan-
política choca contra el muro formado por las estructuras do Bell publicó su trabajo sobre el final de las ideologías, el
institucionales, el veto de los grupos contendientes y la tra- conflicto político parecía haber dejado de ser considerado
dición. Pero, a diferencia de estos fenómenos, los cambios como un factor de relevancia social. En concreto, argumen-
en las “formas y símbolos expresivos” no encuentran resis- tó que el agotamiento de las ideas políticas del “movimien-
tencia en el ámbito que les es propio, el de la cultura (17). to radical” abría la posibilidad de una sociedad regulada
En este panorama, Bell acentúa en particular el contraste por tecnócratas (24). Es sorprendente, por tanto, que en el
entre lo que él llama el principio de racionalidad de la eco- ensayo de 1971 se anuncie un posible resurgimiento de la
nomía, definido en términos de eficiencia en la asignación política. La clave que explica este cambio de apreciación se
de los recursos disponibles, y la “prodigalidad” y “promis- encuentra en una evaluación de la influencia de la cultura
cuidad” de la cultura, campo de acción social en el que pre- en la década precedente. En efecto, nos asegura Bell, gracias
dominan las tendencias antirracionales (18). a la mediación de la cultura, las esperanzas políticas radi-
Tomado en sí mismo, este contraste entre racionalidad cales —que para el autor consisten simplemente en un re-
económica e irracionalidad cultural puede ser explicado de chazo de los “valores burgueses”— habrían sobrevivido a la
maneras diversas e, incluso, contradictorias. No obstante, desaparición del movimiento radical y se encontrarían nue-
en el momento en que Bell interviene, el keynesianismo de vamente disponibles para ser rearticuladas políticamente
posguerra está ya en crisis —desplome de la tasa de benefi- (24). Precisando aún más, lo que explícitamente preocupa a
cios empresarial— y las voces de la “derecha intransigente” Bell no es que la intervención cultural y la intervención po-
circulan con mayor frecuencia y sin caer en oídos sordos. lítica sean desempeños equivalentes o indistinguibles, sino
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que el desajuste entre cultura —lo deseado— y sociedad
10 Aunque Perry Anderson no considera en particular el trabajo de Bell,
se puede leer con provecho el artículo que el primero dedica a las teorías es una buena introducción a la crisis del capitalismo fordista y del esta-
del fin de la historia —asunto diverso pero relacionado— desde la inter- do de bienestar occidental. Sobre este asunto, desde la perspectiva de la
vención de Hegel a la de Fukuyama. posterior crisis del neoliberalismo, también se puede consultar con pro-
11 La expresión entrecomillada es de Perry Anderson (The Intransigent vecho la entrevista de Inés Hayes a Antoni Domènech recojida en la bi-
Right 3). El artículo de Wolfgang Streeck que incluyo en la bibliografía bliografía.
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013