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en sus palabras, “producción anti-poietica” que se hace eco   pecie de auto-destrucción por parte del individuo moderno.

 de la carencia de contenido-qua-vida-nuda del sujeto mo-  Ese no-arte moderno, al agotarse y desarticularse a sí mismo,

 derno. Como bien explica Agamben, un diagnóstico y una   presenta sin proponérselo la posibilidad de abrir paso hacia

 crítica de tal condición del arte moderno se puede entrever,   una futura integración artística de lo excluído (“trabajo”para

 por ejemplo, en el pop art, que atenta contra la originalidad   Marx, “trabajo vivo” para Hardt y Negri, “vida nuda” para

 de la obra artística y la brillantez del individuo que la firma,   Agamben). En palabras de Agamben, ahora se brinda la po-

 conectando tales clichés con el mercado y el sistema de pro-  sibilidad de “devolver al estatus poietico del ser humano su


 ducción (pensemos, por ejemplo, en las latas de Campbells   dimensión original” (67). Lo que aun queda por aclarar es la

 de Warhol); al igual que cierta vertiente del surrealismo   forma que la hipotética producción post-no-artística y pro-

 cuestiona el lugar del “objeto de arte” en las labores y con-  poietica ha de tomar.

 diciones de la vida cotidiana, como cuando Duchamp pro-  Una serie de  novelas  publicadas  en España en  los úl-

 pone que se haga de un cuadro de Rembrandt una tabla de   timos años apuntan hacia posibles respuestas al respecto,

 planchar.  presentan do tal producción poietica y efectuando tal desu-

 En cierto sentido, tales ejemplos desempeñan una labor   jetivización ar tís tica. Belén Gopegui, en su ensayo sobre la

 afín a la del crítico literario o artístico, quien, según Agam-  narrativa actual titu lado Un pistoletazo en medio de un con-

 ben, pone al descubierto la carencia de contenido de la obra   cierto, parece insistir, a su manera, en la necesidad de tal pro-

 y, como resultado, aporta a la producción artística una auto-

 conciencia al respecto. Se produce así el giro hacia un arte   yecto. Explica Gopegui que para una literatura políticamen-

 que medita sobre su propia posibilidad de ser, un arte que   te efectiva, es necesario que la complejidad de la existencia

 por tanto no es arte propiamente dicho sino un “no-arte”   “alcance todas las regiones del ser humano y no sólo unas

 definido por la consciente relativización —cuando no ofus-  pocas, como también busco,” afirma ella, “que la misteriosa

 cación—de su contenido. Dicho no-arte, al hacer ostenta-  fragilidad adquiera en la novela pequeños instrumentos con

 ción de su propia vacuidad, sin querer llama la atención, a   los que protegerse un poco” (18; énfasis mío). No se trata,


 su vez, sobre la condición del individuo moderno en gene-  según Gopegui, de dar voz a los que no la tienen sino pre-

 ral, sobre la oclusión de su trabajo y “vida nuda.” De ahí el   cisamente lo opuesto —que los que no tienen voz empujen

 “hombre sin contenido.” De esta manera, incluso el arte y la   al novelista fuera de sus esquemas establecidos, fuera de su

 literatura que pretenden ocupar un lugar privilegiado y des-  propia subjetivad—. No hay una fórmula mágica para rea-

 conectado de las condiciones de su producción —ese sona-  lizar esta incorporación desujetivizada. De hecho, Gopegui

 do “arte por el arte”— reflejarían y contribuirían paradójica-  rechaza las típicas formulaciones de la verosimilitud, a pe-

 mente a una crisis de subjetividad o lo que Agamben llama   sar de que el realismo haya sido la estrategia privilegiada de


 una “de-sujetivización artística” ya que desencadenan una es-  una gran parte de la llamada literatura comprometida. Para






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