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ella, hablar de lo “creíble” presupone ciertos parámetros de                                                                   todo su saber, como si su experiencia de la vida y su relación

         lo posible, de lo concebible, y en este sentido la verosimili-                                                                 con las personas y las cosas se hubiera ido forjando poco a

         tud, en su aceptación convencional, reafirma el estatus quo y                                                                  poco sobre todo en aquel trayecto... en aquel lento y acompa-

         contribuye al encubri miento de lo excluido. Lo que yo extra-                                                                  sado posarse y decantarse de las cosas al ir viendo lo común en

         polo de estas observa ciones es que para cuestionar la lógica                                                                  lo distinto y ver también lo mismo diferente,  ...mientras oía
                                                                                                                                        el eco de sus pasos y el sonido impenetrable del viento en las
         del liberalismo avanzado, la literatura políticamente efectiva                                                                 hojas de los chopos que él interpretaba según los días y la luz y

         curiosamente tendría que ser lo contrario de la clásica defini-                                                                las estaciones...  (24)


         ción de la política (ofrecida por Bismark) como “el arte de lo

         posible.” Tendría que ser el arte de lo imposible, una litera-                                                          La oración termina meditando sobre la “callada e inex    tri  ca  ble

         tura que, al igual que el “nuevo materialis mo” de Marx, pro-                                                           fuerza magmática y una rara serenidad taci tur na... trenza-

         dujera sus propias condiciones de posibilidad, que articulara                                                           das ambas en torno a los eternos enigmas” (24). Así, con una

         su propia conexión imposible con su entorno material y so-                                                              prosa cuidadosamente elaborada que presenta una cadena de

         cial. Más que una utopía, se trataría de un corto circuito que                                                          cláusulas digresivas que deambulan y llevan de una reflexión

         cambiara las coordinadas de lo concebible —lo que Badiou                                                                a otra (igual que aquel sendero tan esplén dido), la novela no


         llamaría un evenement o “acontecimiento”—.                                                                              sólo descentra al individuo (en este caso tanto al narrador

                Como la propia novelística de Gopegui demuestra, hay                                                             como al lector) ante una noción más amplia de trabajo y na-

         muchas formas de acceder al metafórico “lado frío de la al-                                                             turaleza, sino que también consigue transmitir una concien-

         mohada. Otros novelistas abren otros caminos. Por ejem plo                                                              cia de las dimensiones de la creación que exceden al sujeto

         vemos en Ojos que no ven de J.A. González Sainz una corre-                                                              moderno, el que sabe —factores que lo forman e informan a

         lación entre el proceso creativo, la labor física y la produc-                                                          la vez que van más allá de su comprensión—.

         tividad de la propia naturaleza. En una novela narrada en                                                                      Otro  ejemplo  sería  Días  de  diario  de  Muñoz Molina,

         tercera persona sobre un hombre que se traslada durante los                                                             una crónica de la vida cotidiana del autor mientras escribe

         años 60 de un pueblo soriano a una ciudad del País Vasco                                                                una novela (El viento de la luna). No se trata simplemente de


         para trabajar en una fábrica, extensos monólogos interiores                                                             poner al descubierto los mecanismos artificiales de la cons-

         imbuyen de lirismo no sólo el paisaje psicológico del narra-                                                            trucción literaria —no es la típica subversión posmoderna

         dor sino también la experiencia que tiene éste del clima, de                                                            de la verosimilitud— sino de un retrato del proceso trivial,

         labrar  la  tierra,  de  verse  relativizado  y  absorbido  por  una                                                    laborioso y a veces banal de crear algo que antes no existía,

         productividad que le supera, de contemplar su propio proce-                                                             de poiesis en el sentido de producción por parte de un ser

         so natural de envejecer y tener hijos. Con respecto al sen de-                                                          vivo que come, que se obliga a sentarse ante el ordenador y

         ro que lleva diariamente al protagonista Felipe Díaz Carrión                                                            a pen sar; pero que también se encarga de otras necesidades,


         a su huerta y casilla de labranza, el narrador explica que era:                                                         como hacer la compra, hacer trabajos puntuales sin ganas,






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