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para indicar que la identidad histórica y cultural española
no está definida y clausurada para siempre sino que está en
proceso de realización y devenir y, por tanto, la reescritura
de esa historia debe constituir una tarea urgente y necesa­
ria para la actualidad. Pueden discutirse las conclusiones es­
pecíficas de Santos Juliá con relación a la historia española,
pero su propósito y su metodología son intelectualmente su­
gerentes. De acuerdo con esta visión, la identidad histórica
española está por hacerse a partir de la nueva realidad de la
inclusividad ideológica y la tolerancia de la diferencia que el
posfranquismo aporta como conquista sólida y en principio
definitiva. Es comprensible, por tanto, que uno de los ras­
gos decisivos de las corrientes culturales del posfranquismo
se haya aglutinado en torno a la recuperación de la memoria
de los hechos reprimidos o distorsionados por la presión de
los poderes culturales dominantes y la composición de una
identidad nacional en la que los miembros de la sociedad es­
pañola puedan reconocerse de manera relativamente com­
partida.
Destacaré dos casos como ilustración de este proceso de
reescritura histórica y cultural. El primero lo constituye un
segmento determinante de la obra de Arturo Pérez­Reverte
que incluye los textos en los que el componente histórico se
vehicula en la narración ficcional como una exploración de
episodios decisivos del pasado que puedan ser legitimados
como modélicos para la consolidación de una identidad na­
cional que se juzga en crisis en el presente. La serie del ca­
pitán Alatriste responde a este imperativo de ejemplaridad
histórica. La figura protagonística de la serie, el capitán Ala­
triste, es, en realidad, un soldado sin graduación que carece
de los atributos de ascendencia familiar y económica que le
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Revist a de alces XXI
hubieran permitido ocupar puestos destacados en la pirámi­
de social de la época. Alatriste no ha recibido, además, los
beneficios de una educación académica y no dispone de las
conexiones familiares y políticas que le hubieran permitido
su ascensión social. No obstante, para la narración, Alatriste
es un paragon de conducta ya que, a diferencia de los corte­
sanos y aristócratas venales e incompetentes de la corte de
Felipe IV, defiende los intereses de la nación por encima de
los propios y es capaz de arriesgar e incluso sacrificar su vida
por sus compañeros en nombre de una patria que no le reco­
noce sus méritos y sacrificios. El sentido de fidelidad a una
comunidad nacional compartida más allá de las diferencias
circunstanciales de sus integrantes es lo que la narración po­
tencia como inspirador para un presente que para el autor
está señalado por la disgregación y la ausencia de grandeza.
En ese tiempo pasado caracterizado por el declive y el des­
concierto general propios de la España imperial del periodo
emerge una figura icónica en la que poder reconocerse de
manera inequívoca en el presente.
Otra novela de Pérez­Reverte, Un día de cólera, halla
esos modelos ejemplares en otros episodios de un pasado
ya plenamente degradado pero ocasionalmente heroico. En
este texto, el núcleo histórico lo constituye el levantamien­
to del pueblo de Madrid el 2 de mayo de 1808 en contra de
las tropas napoleónicas invasoras. La narración destaca, con
nombres y datos biográficos, las acciones de los participantes
en la rebelión y en particular las de los oficiales Luis Daoiz y
Pedro Velarde que, desobedeciendo las órdenes de sus supe­
riores, entregaron sus vidas en la defensa de la independencia
de la nación. Los actos de estos dos soldados como los de los
otros habitantes de la ciudad de Madrid permiten que uno
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Número 0 , 2012