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miento y la excepcionalidad tradicional de España que, con   española, aunque con frecuencia desubicada dentro del para­

 el franquismo, se incrementaron exponencialmente.   digma de la modernidad, responde de manera general a los

 Juan Goytisolo actualiza en su vasta y fundamental obra   presupuestos de ese paradigma y debe concebirse como una

 la agudización de esta percepción condicionante del país ya   parte integrante de él. Estas nuevas premisas de compren­

 que el autor concibe la trayectoria histórica española como   sión e interpretación permiten proveer un marco de lectura

 una perpetua guerra civil en la que las fuerzas y los grupos   y análisis de la cultura nacional que no responde al determi­

 tradicionales han impuesto su voluntad por medio de la re­  nismo de unas circunstancias aparentemente aciagas y vincu­


 presión de la diferencia y la disidencia ideológica. La exposi­  ladas solamente con el marco español.

 ción descarnada de esa violencia represora desencadena en la   Aunque  no  de  manera  central,  España  se visualiza  así

 obra de Goytisolo la repulsión absoluta por parte de los do­  como parte de un corpus complejo y amplio y responde a los

 bles del autor que metafóricamente llevan a cabo la destruc­  desafíos que ese todo plantea de acuerdo con las peculiarida­

 ción del país. La figura emblemática del conde Don Julián   des de su momento. La mirada retrospectiva se hace así más

 en el pasado y los inmigrantes norteafricanos en el presente   equilibrada y potencialmente más productiva hermenéutica­

 son los ejecutores de esta invasión renovadora de la historia   mente. En lugar del perpetuo enfrentamiento entre dos fuer­

 española y europea y de la sustitución de unos parámetros   zas ideológicas irreconciliables, la historia cultural del país se

 ideológicos por otros diferentes con el propósito de renovar   percibe como una dialéctica que no es solo exclusiva del país


 los presupuestos de la civilización moderna tanto en España   sino que forma parte de la evolución turbulenta y antagonís­

 como en el resto de Europa.   tica que el marco de la modernidad y de la defensa de los de­

         rechos de todos los grupos humanos ha tenido que experi­

 II. La nueva historia  mentar hasta implantarse como el paradigma predominante.

         Desde esta perspectiva, en lugar de ser un proceso aberrante

 El afianzamiento de la democracia y el nuevo marco po­  y absurdo, la historia y la cultura españolas se perciben como

 sideológico y global facilitan nuevos acercamientos his­  una variante —aunque incompleta e insatisfactoria— de


 tóricos. Esta situación no equivale a la aceptación del   ese modelo. Frente al éxito de otras formaciones nacionales,

 re la ti vismo histórico y el olvido de las tensiones más pro­  como Estados Unidos, Francia o Inglaterra, en esa evolución

 nunciadas de la sociedad del país que se ha caracterizado   hacia la modernidad, España ha sufrido una trayectoria más

 por los enfrentamientos internos irresolubles y con frecuen­  accidentada y lenta que otros países, pero no fatal e irreversi­


 cia sangrientos. Lo que la nueva historia propone es que los   ble.
 hechos nacionales pueden quedar insertados dentro de co­  En el campo específico de la historiografía, Santos Juliá

 rrientes más comprensivas y amplias que las estrictamente   —de modo paralelo a como Tony Judt lo hace con relación

 españolas y que, por tanto, la trayectoria histórica y cultural   a Europa— acomete la reapertura de la historia del siglo XX







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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  0 , 2012
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