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cenario en el que la filología ecologista critique los postula-  propone “extraer de la tradición judeocristiana y de la tra-

 dos de la Ilustración humanista y el progreso. Sospechamos   dición científica europea de progreso fundamentos para el

 que no, quizá por eso Marrero sitúa en sus antípodas a los es-  esbozo de una tradición de reivindicación ecologista” (443).


 tudios culturales peninsulares, a los cuales esencializa como   Entendemos que la idea de progreso ligada a la Ilustración

 si fueran principalmente estandarte de banderas indigenis-  ha servido para vertebrar una cierta visión epistemológica

 tas. Nuevamente nos sorprende, pues hay varios ejemplos   que privilegia una perspectiva eurocéntrica de la historia y

 de cómo este campo interdisciplinar ha producido y sigue   de la evolución. No acabamos de ver claro de qué modo re-

 produciendo una aproximación ecocrítica a obras canóni-  cuperar el proyecto colonial, patriarcal, ecocida y capitalo-


 cas de la tradición literaria española/occidental. Una rápida   céntrico puede ayudar a enfrentarnos a las consecuencias

 búsqueda de referencias bibliográficas arroja un número elo-  derivadas de estas fuerzas de jerarquización, opresión y ex-

 cuente de artículos académicos que siguen prestando aten-  tracción. Afirmamos, finalmente, que un afán nostálgico li-

 ción a los clásicos españoles o ibéricos desde nuevos enfo-  mita las críticas a las estructuras heredadas, pone entre pa-


 ques —incluyendo las humanidades medioambientales—.   réntesis y en sordina las condiciones de la colonialidad y,

 Es más, estos textos de herencia canónica suelen conformar   velis nolis, elimina el anhelo de cambiarlas. Ya nos avisó Jor-

 módulos obligatorios en los cursos relacionados en las uni-  ge Riechmann sobre el deber de abolir la nostalgia porque

 versidades estadounidenses. Dada su notable presencia y pe-  es “la hermana tullida del deseo” (135).


 netración en programas y planes de estudio, resulta arduo   Si un futuro feraz para la filología ecológica es deseable,

 validar presupuestos que empujen a pensar que, a día de hoy,   pensemos entonces qué sucede con aquellas identidades,

 el Popol Vuh vaya a reemplazar al Quijote. Es decir, a pesar   prácticas y memorias que quedaron en las afueras del sis-

 de la contrastada realidad, la dimensión antagónica que nos   tema-mundo capitalista/patriarcal, moderno/colonial. Una


 propone el citado artículo quedaría descrita en una configu-  reflexión crítica sobre los contenidos y la metodología do-

 ración semántica que no distaría mucho de la siguiente: Es-  centes abre las puertas a evaluar la potencialidad de las he-

 tudios Culturales/Wiphala vs. Filología Ecologista/Progreso.   rramientas que usamos y cómo las aplicamos a los objetivos

 La nostalgia, que anhela la búsqueda de un refugio en el   ecopedagógicos. Si queremos incidir en las conversaciones


 pasado, por más que se la quiera emparentar con el futuro,   comunitarias de cara a los impactos simbióticos que nos

 sitúa a la cronología pretérita como un tiempo idílico anhe-  depara esta emergencia climática, quizá sea necesario exa-

 lado. Precisamente, es en ese periodo elegido, la Ilustración,   minar, siguiendo la lectura del ensayo de Marrero, cuál es

 cuando se forjó la violencia lenta del presente (Nixon). Se-  el estado actual de la filología ante los estudios culturales y


 gún propone el artículo que replicamos, la filología ecoló-  cuál es su posible alcance.

 gica aparece como una incipiente área disciplinar que se






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 Revist a  de  al ce s XXI                                            Número  7 , 2025
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