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rada que ha aprendido a naturalizarla, que no cuestiona si   pas de la desmemoria; de ignorar las señales que le indican

 la labor de esas fuerzas del orden, el mismo que el propio   que todo puede volver a repetirse desde el principio y desde

 Manuel tanto echaba de menos, no es otra que la de reesta-  un falso inicio en una historia que decide en nombre de sus


 blecer la paz allí donde reina el desconcierto y que tampo-  actores en qué condiciones pueden y deben vivir, o morir,

 co pone en duda que su intervención sea injusta e innece-  citando de nuevo a Achille Mbembe (Necropolítica 19), eli-

 saria. “Le doy mi palabra” (Can Tunis 00:57:03), promete   giendo, en cambio, mirar al futuro ilusamente convencida

 un guardia urbano a uno de los manifestantes recurriendo   de que se puede dejar a las espaldas un pasado tan oscuro

 a las enésimas falsas promesas que juegan burocráticamente   como inmediato con solo cerrar los ojos y mirar hacia otro


 a hacer perder la paciencia; “[n]i vosotros ni nosotros que-  lado.

 remos problemas” (01:00:52), asegura otro más tarde y ya   En la nueva casa a la que son realojados, todos son quejas.

 junto a un furgón blindado imponiendo un falso acuerdo   “Lo veo un poco pequeño, pero me apañaría” (Can Tunis

 que suena más bien a amenaza mientras sus compañeros se   01:11:45), dice Teresa poco convencida; “esto me lo deco-


 ríen de la credulidad de sus interlocutores ante una cámara   ro yo” (01:11:50), responde Manuel ante la desaprobación

 que, igualmente, se ve desplazada a los márgenes de un pla-  de su esposa mientras ambos merodean torpemente por

 no medio y a la incómoda posición de testigo de este des-  un espacio lleno de recovecos. “Lo quiero vender y rápido”

 encuentro; a la encrucijada de plantearse qué es lo que ve y   (01:12:37), confiesa pocos segundos después un Manuel


 no puede mirar, que es lo que escucha y quiere oír, y qué es   que transita con inquietud entre las paredes de esa vivien-

 lo que puede y no desea comprender ante un “efecto retor-  da con la chaqueta de calle todavía puesta, como si estuvie-

 no” que ya es imposible de contener mientras su mirada no   ra solo de paso en una casa en la que no encuentra una sali-

 deja de verse cautivada por la armónica visión de la militari-  da, a la vez que enumera préstamos, facturas y deudas en un


 zación de la cotidianidad, utilizando la terminología de Ba-  lenguaje que no domina; sino que más bien le obliga a hacer

 libar (117), representada por unos policías que, ocupando   cuentas con unos recursos de los que carece y a los que nun-

 de forma metódica diferentes escenarios, hacen desaparecer   ca ha tenido acceso para sentirse uno más entre el resto y su-

 tras su homogénea presencia cualquier imagen adicional de   marse así a un estilo de vida que promueve, en palabras de


 unos ciudadanos que nunca dejaron de ser nominales.   Marina Garcés, “the fantasy of individual self-sufficiency”

 Tras este homenaje visual a la estetización de la violencia,   (“la fantasía de la autosuficiencia individual”; mi trad.; cita-

 una cámara que ya había sido relegada a los alejados márge-  da en Moreno-Caballud 22). “Estamos criados en barracas,

 nes de planos generales opta por retirarse de la escena con   siempre en plantas bajas, y venimos a un piso y no sabemos


 un fundido en negro que declara, a modo de pausa o de in-  estar. Y la gente eso no lo entiende” (Can Tunis 01:12:55),

 tersticio, su intención de caer voluntariamente en las tram-  explica Teresa segundos más tarde justificándose de nuevo






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 Revist a  de  al ce s XXI                                            Número  6 , 2024
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