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por ser quien es y admitiendo la falta de comprensión con de salida. A poner en práctica el enésimo ejercicio de medir
sus nuevos vecinos. Un entendimiento que nunca llega, in- y negociar distancias como estrategia para dar vida y forma
cluso cuando unos y otros ya viven puerta con puerta. “Pues a ese muro divisorio que insiste en el mantenimiento de di-
como aquí” (00:33:50), había pronosticado Juan todavía en cotomías, en la imposibilidad de crear una narrativa otra y
Can Tunis sobre su destino más inmediato; un futuro ya colectiva a través de la cual buscar una salida alternativa, y
no tan incierto que ahora le sitúa en otro barrio del que no en el olvido consensuado del derecho a decidir para optar,
se llega a saber el nombre, en un hogar igualmente deses- en cambio, por resignarse a simplemente ser y estar. Todo
tructurado y en una familia que todavía le habla en terce- ello, con el propósito ulterior de eludir un peligro latente
ra persona articulando contra él y frente a la cámara, con la que se intuye ya inmediato, así como de evitar el posible re-
grandilocuencia propia de unos mediocres actores de tea- conocimiento de la Otredad en un nosotros; de encubrir,
tro, una serie mecanizada de reproches. “¿Por qué no haces tras el mimetismo de idealismo ajenos como signo de inte-
un esfuerzo por portarte mejor?” (01:19:06), pronuncia por gración y de progreso, el miedo no tanto a lo que se podría
fin y al final de Can Tunis una voz que surge tras la cáma- llegar a ser como a lo que se puede perder para garantizar
ra para verbalizar, con tono paternalista y condescendien- que se siga perpetuando durante un poco más de tiempo el
te, una pregunta propia de aquel que se siente en el derecho simulacro y que sus únicos representantes continúen siendo
de inculpar y exigir responsabilidades en una discusión que los eternos extraños de la puerta de al lado. Admitiendo su
no lleva a ninguna parte. “Porque no” (01:19:08), responde presencia y visibilizándoles ante la cámara, pero mantenién-
Juan desde un primerísimo plano y con una sonrisa velada, dolos aislados aunque lo suficientemente cerca para evitar
tan dispuesto a no dar ya explicaciones ni participar en fal- que desaparezcan y que, en su posible y no siempre desea-
sos diálogos impostados como orgulloso de tener el privile- da ausencia, se descubra que las experiencias de esos Otros
gio de decir la última palabra, al menos en Can Tunis. quizás sean las de todos. Las de unos vecinos a los que nun-
En medio de esta cordialidad impostada y tensión mal ca les salen las cuentas; que, a pesar de no tener leyes en su
contenida termina Can Tunis. Con un perfecto punto y fi- contra, tampoco las tienen a su favor; que pueden ser tra-
nal para un documental que elige identificar una solución tados como meros desechos humanos, manipulables y des-
cosmética, materializada en forma de vivienda, con la deci- cartables, cuando no como animales; y que son susceptibles
sión estética de dar por concluido tanto un problema como de sufrir la violencia estructural de un Estado más dispuesto
su propio proyecto; y con un agridulce punto sin final para a revertir su frustración sobre sus ciudadanos que a admitir
unos habitantes que no identifican esa casa con una repara- públicamente, como fruto de su obsesión por pretender ser
ción a los daños causados por la ausencia endémica de dere- uno más entre el resto, sus propios fracasos.
chos. Con un final que nos lleva, de nuevo, al mismo punto
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Revist a de al ce s XXI Número 6 , 2024