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la España de la posguerra, Martínez Sierra también quería                                                               una identidad literaria mientras la poeta trasciende las prác-

         clarificar su propio perfil ante el público. Checa y Gómez                                                              ticas hegemónicas de su tiempo.

         concluyen que esta carta del poeta representa la importan-                                                                  El tema de la identidad continúa en el séptimo capítulo,


         cia de estudiar las cartas: “para afinar en la reconstrucción                                                           “La metamorfosis de Eloína”, en el que Carmen de la Guar-

         de los perfiles identitarios de los individuos a reconocer la                                                           dia Herrero examina las cartas entre las “mujeres modernas”:

         complejidad de la identidad pública y privada de los mis-                                                               Consuelo Berges Rábago y Eloína Ruiz Malasecheverarría.

         mos…” (125).                                                                                                            Según Guardia, esta correspondencia demuestra las identi-

             En el quinto capítulo, Domingo Ródenas de Moya dis-                                                                 dades femeninas fracturadas por las duras condiciones polí-


         cute “El epistolario del exilio de Guillermo de Torre,” una                                                             ticas y sociales de la primera mitad del siglo XX, además de

         descripción general con citas selectas de la extensa corres-                                                            señalar las estrategias exitosas de sobrevivencia y resistencia

         pondencia disponible del poeta entre 1916-1971. La defi-                                                                de estas dos mujeres, especialmente las estrategias de Eloí-

         nición del “exilio,” Ródenas de Moya afirma, es amplia en                                                               na, quien continuamente intentaba redefinir y restablecer


         el caso de Torre: aunque su tiempo de exilio se inició a fina-                                                          su identidad. Para concluir, Guardia observa que, para to-

         les de 1936 con su huida a París, y luego en Buenos Aires                                                               dos nosotros, la idea de una identidad continua y coherente

         (1937), Ródenas también señala un periodo de “autoexilio”                                                               es una imposible “fantasía” (197).

         de Torre justo antes de la guerra civil en España. El estudio                                                               El octavo capítulo de Ximena Venturini es un estudio


         de Ródenas intenta sacar a la luz los aspectos internos del                                                             de las cartas que el autor español Francisco Ayala dirigió a

         exilio intelectual de Torre que son el producto del choque                                                              Eduardo Mallea y Francisco Romero, miembros del “Gru-

         entre su postura antifascista y el sistema cultural de la mis-                                                          po Sur de Argentina.”. Venturini clarifica que, debido a las

         ma dictadura española.                                                                                                  numerosas mudanzas de Ayala durante su vida, incluyendo


             Raquel Fernández Menéndez extiende el estudio de la co-                                                             su propio exilio en Argentina desde 1939 a 1950, y antes de

         rrespondencia de Guillermo de Torre en el sexto capítulo,                                                               salir él para Puerto Rico, mucha de la correspondencia de

         pero con el enfoque en tres cartas que la poeta y escritora                                                             Ayala se perdió, incluso la correspondencia con Mallea. Sin

         Ángela Figuera Aymerich dirigió a Torre en 1959, 1960 y                                                                 embargo, y como declara Venturini, las cartas presentadas


         1962 respectivamente. Fernández opina que las cartas de Fi-                                                             en este capítulo revelan los matices complejos de la amistad

         guera representan un intento de visualizar sus propias obras                                                            entre Ayala y su “Grupo Sur” (214).

         literarias dentro del ambiente masculino español de la épo-                                                                 Las perspectivas de exilio también se examinan en el ca-

         ca mientras ella critica las desigualdades de género entre los                                                          pítulo nueve de Elena Sánchez de Madariaga: “‘El Catalán


         escritores españoles. Por último y según Fernández, estas                                                               errante.’ Los exilios de Néstor Almendros en la correspon-

         tres cartas reflejan por parte de Figuera un logro noble de                                                             dencia de Pilar de Madariaga”. Al enfocarse en ocho cartas






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