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canas a Escobar, de subjetivarse de diversas maneras en su                                                              cepto Thornton cuando habla del capital subcultural. Por

         trayectoria vital a través de la interpelación de diversos dis-                                                         un lado, debemos reconocer que la cultura es un conjunto

         cursos simbólicos que posibilitan diversas formas de ser y                                                              de valores, normas y prácticas (medios y modos) que hacen


         narrar el mundo.                                                                                                        posible la producción y reproducción de bienes culturales.

             No es fortuito que en varios estudios recientes (De                                                                 Por otro lado, Bourdieu nos comenta que el lugar que ocu-

         Oliveira; Rosas Landa Bautista y Salguero Velázquez; Díaz                                                               pan todos los miembros de la sociedad no es el mismo en

         Bonilla; Lillo Muñoz), se indague en las diversas formas de                                                             esta estructura de producción cultural; la sociedad no asig-

         agencia que las y los jóvenes emplean para resisitir a diver-                                                           na el mismo valor y relevancia a una pieza de música clási-


         sas violencias a las que se encuentran expuestos: siendo una                                                            ca europea que a un tema o canción de punk, rap e incluso

         de las prevalentes la violencia adultocéntrica. El adultocen-                                                           reggaetón. Esta asignación de valor responde a un “privile-

         trismo, por su parte, es un fenómeno que, necesariamente,                                                               gio” que posee la cultura dominante y, para nuestro caso,

         se debe entender en su dimensión material y simbólica: 1)                                                               adultocéntrica. A través de este privilegio, la cultura domi-


         material en tanto limita, a partir de la discriminación eta-                                                            nante asegura la reproducción de su identidad, así como

         ria, la posición y grado de acceso a la estructura de produc-                                                           disminuye el riesgo de que otras culturas puedan rivalizar

         ción de capital —económico, social, cultural, etc.— de un                                                               con ella en la estructura de producción cultural por medio

         determinado sujeto y 2) simbólica, en tanto, es necesario es-                                                           de la marginalización de estas; de ahí el término “sub-cul-


         tablecer una narrativa bajo la cual justifica dicha posición                                                            tura” (o el de capital subcultural antes mencionado). Pero,

         social (Duarte). En otras palabras, el adultocentrismo fun-                                                             tal como menciona Escobar, este privilegio también tiene

         giría como un “biopoder” que sustenta relaciones de domi-                                                               fines de dominación biopolítica: el marginar las prácticas

         nación al interior de una sociedad por medio del estableci-                                                             culturales de un determinado grupo social, sirve para man-


         miento de cuerpos y saberes válidos (adultos) y no válidos                                                              tener el control, y por consiguiente la hegemonía, de la cla-

         (jóvenes) en lo público.                                                                                                se social dominante sobre las demás a través de una homo-

             Bajo esta luz, las escenas musicales —que implican una                                                              geneización identitaria o, al menos, de una limitación de las

         fuerte carga cultural y de encuentro— adquieren una nue-                                                                identidades posibles dentro de la sociedad.


         va luz. Las escenas musicales son formas de ese “decir-ha-                                                                  Estas dentidades se resignifican como identidades rebel-

         cer” juvenil, de ese despliegue dramatúrgico de las iden-                                                               des y contra-hegemónicas. No obstante, conforme el tiem-

         tidades marginadas, excluidas. Para explicar esta situación                                                             po ha pasado, lugares que concentran estos despliegues de

         de marginación cultural es sumamente relevante la aproxi-                                                               identidades juveniles han cambiado en su actuar y los gaz-


         mación sociológica a la cultura de la que nos habla Bour-                                                               tetxes, como mencionábamos anteriormente, no son la ex-

         dieu, o incluso, a la reformulación que hace de este con-                                                               cepción ¿Cómo entender este cambio en la agencia juvenil






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                  Revist a   de   alces XXI                                                                                                                                           Número  4 , 2019-2020
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