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obra de McLuhan en España es fundamental para enten-  por “el imperio de los signos discontinuos y sin densidad

 der el propósito del libro. Chiahia identifica dos momentos   ontológica y humana” (26). A modo de ilustración, denun-

 clave: en los años 60/70 y a partir de los 90 y del desarrollo   cia el uso de una lingua franca basada en el inglés (24) y la

 de Internet. Recuerda, pues, la lectura temprana y aguda de   degradación del mito quijotesco al quitarle “todos los sedi-

 las teorías mcluhanianas por Román Gubern, así como las   mentos culturales que se le han ido adhiriendo durante su

 críticas de José Luis Aranguren y Joan Fuster que veían en   prolongada y compleja trayectoria cultural” (23). Al contra-

 McLuhan a un sepulturero de la cultura española “eterna”,   rio, Kirsten Kramer muestra cómo la novela de Ray Loriga,


 libresca y humanística y a un promotor de la tan denostada   Tokio ya no nos quiere, conecta la tecnología con el pasado a

 “cultura de masas”. En su segundo auge, se asume que las   través de una experiencia individual de duelo. Lejos de su-

 teorías del canadiense fundamentan una nueva cultura, ba-  mirlo en una narcosis (McLuhan), las experiencias mediá-

 sada en la idea de que los marcos mediáticos influyen tan-  ticas (desconexiones momentáneas y programas de reencar-

 to como los marcos sociales en la formación de la memoria   nación) ofrecen al protagonista la posibilidad de acceder a

 colectiva. De ahí el título de la obra aquí reseñada, siendo   una “pragmatogonía metódica” (127), según Latour, que le-

 las representaciones mediáticas del pasado “extensiones del   jos de aislarlo le permite celebrar a sus muertos. De hecho,


 ser humano”, según expresión del propio McLuhan. Chi-  es cierto que la mayoría de las contribuciones trata de la re-

 haia propone entonces considerar a toda una generación de   lación que se establece en la narrativa actual entre medios y

 escritores españoles, entre los cuales incluye a Antonio Mu-  memoria a favor del rescate del pasado: es el caso de las con-

 ñoz Molina, como creadores de narraciones en las que se   tribuciones de Hermann Doetsch sobre Marías, de Wol-

 asiste a la transformación de los marcos sociales de la me-  fram Nitsch sobre Llamazares, de Raquel Macciuci sobre

 moria en marcos mediáticos (84).  Vicent, de Bernhard Chappuzeau sobre Montero, de Denis

 De hecho, volviendo a la introducción, se afirma en ella   Vigneron sobre Martínez de Pisón, de Emilia Merino Cla-

 que esta reflexión ha tenido lugar en Francia y en Italia y   ros sobre Muñoz Molina, de Claudia Jünke sobre Moix, de

 que el volumen no solo permite colmar un vacío, sino que   Frauke Brode sobre Riera y Cercas, de Marina Ortrud M.


 también permite apuntar una especificidad española al res-  Hertrampf sobre Díaz-Mas, independientemente de la di-

 pecto; no se trata solo de rescatar el pasado (línea seguida   mensión autobiográfica o autoficcional de las obras trata-

 por Antonio Muñoz Molina, Julio Llamazares, etc.) sino   das. A través de obras muy distintas, a veces no ficcionales

 que, a veces, al contrario, se trata de olvidarlo (línea segui-  (Jünke, Díaz-Mas), los contribuidores muestran cómo la

 da por la Generación X, etc.) (10). En su ensayo inaugural,   memoria individual y colectiva se enmarca en distintos me-

 Gonzalo Navajas arremete contra los escritores de la Gene-  dios, al margen de que se trate de medios “fríos” como la

 ración X cuyos textos reflejan una ruptura total con el pasa-  foto, o “calientes” como el cine, según la distinción ya no


 do y con la historia, dando lugar a ficciones caracterizadas   tan relevante establecida antaño por McLuhan.






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 Revist a   de   alces   XXI                                  Número  3 , 2016-2017
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