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po un terremoto. Pero conviene reconocer que el suelo a ve- Prego y a las leyes del cine que privilegiaron una ficción
ces lo movemos. Obviarlo nos resta potencia. subvencionada por el poder, y como corolario la Ley Miró
Antes del 15M parecía haber sido todo inventado, pero del 83.
no. “Democracia me gustas”, ironizó el 15M, “porque estás Aquí me gustaría detenerme en el relato de Adolfo Garijo
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como ausente”. Luego comenzaron las asambleas a inundar sobre la emisión del documental “La otra orilla”, grabado
de palabra tomada por “el pueblo”, incluso los “pueblos” dentro de la Cárcel de Carabanchel entre el 85-87, entre
más pequeños del estado español. El 15M que yo viví fue otras cosas gracias al trabajo de Teleprisión (una televisión
mucha gente consintiéndose, masivamente, espontánea- hecha por presos para presos). Emitido en Documentos TV
mente e ilegalmente para poner en el centro su propia ex- en diciembre del 87, fue líder de audiencia y, según Gari-
periencia común. Fue revolucionario. jo, solicitado por el Festival de Cannes, pero desde produc-
Cualquiera sabe que cientos de miles de personas tras ciones externas de TVE decidieron enviar otra producción
procesar su experiencia del 15M cambiaron de formas de suya y concluir (y destruir) “Teleprisión”. Irreconciliable esa
vida: “no queremos cara a, ni cara b, queremos cambiar de cárcel “tercermundista” con vender mundialmente la “cul-
disco”. Y es que, sobre todo, el 15M abrió una crisis de re- tura del pelotazo”.
presentación. El grito más coreado por la gente era “que no, Toda la transición, el poder mediático, masacró cual-
que no, que no nos representan”. Junto a él, cantamos una quier expresión que conjurara el hechizo, tramado para que
y otra vez: “el pueblo unido jamás será vencido”. Al tiempo la gente se dejara robar mientras enloquecía comprándose
tomamos multitudinaria —colectiva— consciencia de que móviles como ningún otro país europeo. Para que el pueblo
no era una crisis, sino una estafa el despojo progresivo que creyera que ser rico era igual que estar de por vida hipoteca-
en toda la “transición a la democracia” se había producido do. El famoso “efecto palanca” sobre el que se monta todo
sobre las rentas del trabajo. La clase media desveló su carác- el crecimiento especulativo que llevó a la burbuja inmobi-
ter ficcional; y su espolio, por parte del poder, se hizo indi- liaria, de la que nos caímos rescatando a los bancos y des-
simulable: “tu botín, mi crisis”. ahuciando a la gente. Valga para el cine lo que señala David
En las plazas confluimos la gente, de todas las edades, que Becerra para la literatura en “La novela de la no-ideología”.
no había vivido la experiencia “Solchaga” de vivir en el país La realidad se había hecho obvia y una con el capitalis-
más conveniente de Europa para “en un plazo más corto mo —señalaba Espai en Blanc—. Aunque la realidad, digo,
de tiempo enriquecerse más rápidamente” como lo declaró éramos cada quien y en común procuramos deshabitarnos
en el 81. La transición, que inserta al estado español en el de capitalismo. La gente que ocupamos las plazas necesitá-
capitalismo neoliberal, nos la contaron intencionadamente bamos, masivamente, decirnos y soportar lo que nos habían
falseada. Lo que sucede con el género documental es clara-
mente probatorio. Sus hitos: pasar del NODO a Victoria 2 <http://www.adolfogarijo.com>.
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Revist a de alces XXI Número 3 , 2016-2017